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sábado, 11 de enero de 2025

Samuráis de Suruga (XIX): orden de búsqueda y captura

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Todo llega al que sabe esperar. En este caso, llega un nuevo capítulo de la campaña de samuráis con Mythras. Ciertamente, el cronista se ha tomado su tiempo desde la última vez, pero por fin se narran aquí los acontecimientos que siguieron al capítulo anterior. Después de frustrar el intento de asesinato contra el líder del clan Onoue, los protagonistas parten en busca de su hijo Harunobu para esclarecer los hechos. Si dan con él, tal vez podrán librar a la dama Shinobu de la sombra de la sospecha, cumplir con su deber, y hacer justicia. Pero ¿podrán encontrar al joven heredero antes de que los guerreros del clan Ishizaki logren silenciarlo para siempre?



Los tres Kuroki subieron a sus caballos seguidos de Ake y otro samurái del clan Hosokawa que se había ofrecido voluntario para la misión, y rápidamente se lanzaron al galope en pos del grupo de guerreros que, liderados por Akira Ishizaki, habían salido a caballo de la fortaleza con unos instantes de ventaja. Primero se dirigieron al pueblo más cercano y preguntaron a los campesinos por aquellos samuráis que habrían pasado poco antes. Les indicaron uno de los caminos que salía del poblado, en dirección a las montañas del oeste. Siguieron cabalgando entre campos de arroz, tomando varias bifurcaciones mientras trataban de seguir siempre orientados hacia el oeste y, tras un buen trecho, llegaron a una nueva encrucijada.

—¿Por dónde seguimos ahora? —preguntó Kyosuke nervioso.
—¡Rayos! —maldijo Okura mientras oteaba cada una de las alternativas haciendo virar a su caballo—. No conocemos estas tierras y cualquiera de los caminos podría ser el correcto. ¿No podrías preguntar a uno de tus kamis, Togama?
—Sí, dadme un momento —respondió el sacerdote sintoísta. Al instante se bajó del caballo, cerró los ojos y se concentró para ver el mundo invisible. Al abrir los ojos de nuevo vio a través del velo y llamó al kami de aquella encrucijada. Un viejecito enano con gorro y bastón salió de entre los arbustos y se le acercó tímidamente—. Oh, kami del camino —empezó Togama—, os ruego que aceptéis mi ofrenda —sacó una moneda de oro de su bolsa y la enterró en el centro del cruce de caminos—. Solicito humildemente vuestra ayuda para saber si han pasado por aquí unos samuráis a caballo hace un rato y, si es así, en qué dirección han ido.


El kami asintió con la cabeza al ver la ofrenda. Luego cerró los ojos y adoptó una postura pensativa. Togama esperó unos largos instantes y, cuando ya creía que el anciano se había quedado dormido, este abrió los ojos de nuevo y dijo:


—Pues mira, sinceramente no lo sé. Debía estar durmiendo... Pero aguarda, se lo preguntaré a un amigo —y se alejó volando hasta perderse entre los árboles. Poco después, un mapache con sombrero de paja y ropa de campesino se acercó a Togama.
—Saludos, joven sacerdote. Dispongo de la información que buscáis, pero no será gratuita. Resolved este acertijo y demostrad que sois lo bastante listo para merecerla. Dice así: Diez personas deben reunirse en una posada, y todas llegan corriendo desde tres direcciones distintas. Solo una de ellas lleva paraguas. Aun así, todas llegan a la misma hora y ninguna se ha mojado. ¿Por qué no se han mojado?
—Parece fácil —anunció Togama con una sonrisa—. Es porque no llueve, ¿verdad? En ningún momento se dice que esté lloviendo.
—¡Ah, sois más inteligente de lo que aparentáis! En efecto, esa es la respuesta. Y ahora la respuesta a vuestra pregunta: Encontraréis a los que buscáis si retrocedéis tres bifurcaciones y tomáis el camino hacia el suroeste.


Los samuráis deshicieron el camino y tomaron el ramal indicado. A su alrededor, el paisaje se componía de extensos campos de arroz donde faenaban los campesinos. Decidieron detenerse de nuevo y preguntarles, pues llevaban otro buen trecho del camino y querían asegurarse de seguir en la dirección correcta.




Se acercaron al campesino más cercano y, al verlos, este agachó la cabeza y pareció trabajar con más ahínco.


—¡Eh tú! —le llamó Okura desde el caballo. Al instante, el campesino salió del campo y se postró en el camino a sus pies.
—S-sí mi señor, ¿qué desea? —dijo tembloroso sin levantar la mirada.
—¿Has visto pasar por aquí a unos samuráis a caballo hace un rato? —preguntó.
—Eh… Sí, sí. Sí, mi señor. Siguieron recto por este camino—. Okura se quedó mirándolo y luego se volvió hacia sus compañeros:
—Bien, sigamos —dijo. Pero al cabo de unos pasos detuvo a su caballo y los demás se hicieron lo mismo, extrañados—. Así no vamos a llegar a ninguna parte. Los campesinos nos dirán cualquier cosa que queramos oír con tal de que nos vayamos y los dejemos en paz. Entonces se dirigió a Ake—: Tú eres un ashigaru, conoces mejor la manera de ser de los campesinos. ¿Por qué no te adelantas un poco y les preguntas tú mismo? Quizás te den respuestas más fiables. Nosotros iremos por otro camino paralelo y nos encontramos más adelante. Nos esperaremos allí un rato para darte tiempo. Si seguimos preguntando a los kami nos puede salir muy caro, literalmente, ¿verdad Togama?
—Sí, es mejor no abusar de ellos pues el pago a ofrecer a veces puede ser demasiado que asumir —respondió el sacerdote.


Todos estuvieron de acuerdo e hicieron lo propuesto. Los samuráis esperaron a que el sol se moviera un poco más en el cielo antes de emprender su marcha de nuevo. Dieron media vuelta y tomaron un desvío para seguir adelante por un camino paralelo. Fueron al trote, para dar más margen de tiempo a Ake para que encontrara alguna pista. Rodearon de nuevo otra extensión de campos de arroz y volvieron a preguntar al primer campesino que encontraron cerca del camino.


—Señor samurái, no hemos visto a los jinetes de los que habla, pero sí hemos visto un ashigaru y un cazador yendo juntos.


Luego de preguntar sobre el paradero del cazador, los cuatro samuráis partieron al galope en la dirección que les habían indicado. Al llegar al linde de un bosque, se encontraron con una pequeña cabaña con unas cuantas pieles curtiéndose afuera. De la cabaña surgieron dos figuras alertadas por el ruido de cascos: eran Ake y otro hombre.


El ashigaru esperó a que los samuráis desmontaran de sus caballos y presentó al hombre como un cazador llamado Junichi.


—Mucho gusto, señores samuráis. Justo le estaba comentando a su subalterno lo que había encontrado bosque adentro. Varios samuráis onoue yacen muertos en la espesura. Al parecer, hubo un combate feroz y solo uno de ellos ha sobrevivido. Está en mi cabaña, gravemente herido. No sé si sobrevivirá. He hecho lo que he podido, pero necesita un médico cuanto antes. Pasen, por favor. 


Acompañaron al cazador a su choza y vieron al samurái postrado en el suelo de la cabaña, respirando entrecortadamente. Por todo el cuerpo tenía varios cortes sangrientos. No debía de haber sido una pelea muy limpia para tener unas heridas tan irregulares.


—¿Dónde dice que los encontró? —preguntó Togama.
—Los encontré un poco más al oeste. Estaban cerca de un bosque. De hecho, hoy mismo encontré un rastro de herraduras que se dirigen al oeste. Allí, en lo alto de una colina hay un templo abandonado. Imagino que los que se cargaron a los samuráis deben haberse refugiado allí.
—Bien, nosotros iremos a investigarlo. Tú quédate aquí y ocúpate del herido.


Los tres Kuroki, Ake y el otro samurái de Hosokawa salieron de la choza y siguieron las indicaciones del cazador. El bosque frondoso donde se ocultaba el templo daba pie a una amplia arboleda de bambú y otros árboles. Nada más dar unos pasos, descubrieron varias pisadas muy juntas y mezcladas, con la tierra muy removida. Aquel había sido el lugar de la trifulca. Se dispersaron por el lugar y no tardaron en encontrar a varios cuerpos de samuráis con el emblema de Onoue escondidos detrás de los árboles más gruesos. Les habían quitado las armas, pero nada más. Sus cuerpos presentaban heridas cortantes por todos lados y había muchas plantas tintadas de carmesí oscuro. Pronto concluyeron que debía haberse producido alguna revuelta entre los samuráis de Onoue que estaban protegiendo a Harunobu. Aprovecharon para ponerse sus armaduras para estar mejor preparados.


—Esperen aquí mis señores, me adelantaré un poco a ver si veo a alguien —dijo Ake.
—Está bien, pero si ves a algún Ishizaki, vuelve de inmediato —contestó Okura—. No ataques a nadie aún y sobre todo que no te vean.
—No se preocupe mi señor, no me verán —le respondió Ake con media sonrisa y una reverencia. Luego desapareció entre las gruesas cañas de bambú. 


Ake avanzó con cautela entre la vegetación y pronto divisó en lo alto de una pendiente empinada la tosca construcción de un templo medio en ruinas y unos pocos samuráis con el emblema del clan Onoue. Rodeó la base de la colina para encontrar una vía de ascenso pero, a unos sesenta pasos, vislumbró el centellear metálico de una katana entre la vegetación. Al parecer, no eran los únicos que habían encontrado el escondite del heredero de los Onoue y sus samuráis.


Aguardando entre la vegetación e intentando mimetizarse con el entorno, Ake espió a los samuráis ishizaki. Entre tanto, empezó a lloviznar. Esforzándose por captar cualquier sonido que no fueran las gotas de lluvia, al soldado le pareció oír cerca unos pasos que se alejaban. Se dispuso a seguirlos y al pasar junto a un árbol de tronco grueso apenas tuvo un instante para reaccionar ante el samurái que se encontró de sopetón y llevar su mano a la empuñadura de su katana. El samurái, a su vez, extendió la mano derecha y se puso la otra en los labios en señal de silencio.


—¡Espera! —susurró lo más alto posible—. ¿Parlamento?
—Habla... —respondió Ake.
—Sabemos que estáis por algún lado del bosque y que probablemente ya habéis descubierto el templo, ¿verdad? —preguntó el samurái ishizaki. Un chasquido de lengua fue la respuesta—. Me sirve. Mi señor me ha enviado para sugeriros un plan de acción. Contad hasta mil y luego nos reuniremos en un claro que hay más allá —dijo estirando el brazo en dirección contraria del templo—. Hasta entonces. 


Ake volvió tras sus pasos hasta regresar con sus cuatro camaradas y les contó lo sucedido.


—Maldito Akira —dijo Okura frunciendo el ceño—. A saber qué treta se guarda bajo la manga. Diga lo que nos diga, seguro que hace lo contrario. No me fio ni un pelo. ¡Por los budas, que lo parta un rayo! —exclamó—. Eso sí, no me cogerá desprevenido. Dadme un momento.


Cerró los ojos, murmuró una plegaria y cuando los abrió de nuevo, toda su armadura relucía con un leve brillo dorado. Luego contaron hasta mil y emprendieron el camino hacia el claro, atentos a cualquier sombra entre los árboles. Tras un buen trecho a pie bajo la lluvia, llegaron al claro. Esperándolos con los brazos cruzados estaba Ishizaki Akira y sus cuatro samuráis. Todos iban armados con las dos espadas, excepto dos, que blandían una lanza y un imponente nodachi.


—Vaya, parece que os habéis dignado a venir —empezó Akira a modo de saludo con una sonrisa burlona.
—Déjate de milongas y ve al grano. ¿Qué propones? —le espetó Okura, tajante. La sonrisa de Akira se transformó en un posado serio.
—Como quieras. Propongo un ataque por flancos opuestos. El primero que llegue a Harunobu se lo queda.

Okura intercambió miradas silenciosas con los suyos y le respondió:


—Ya, claro. ¿Y cómo sé que no te vas a quedar atrás mientras nosotros hacemos todo el trabajo por ti?

—Por favor. ¿Acaso crees que no tengo nada de honor? ¿Por quién me tomas? —dijo de nuevo con una fugaz sonrisa burlona—. Para que veáis que no hay trampa, la señal de ataque será una flecha lanzada hacia el cielo. Cuando la veáis, empezará el ataque.

Pasaron unos instantes de silencio donde se podía notar la tensión.


—De acuerdo —respondió finalmente Okura tras sopesarlo—. Pero os estaremos vigilando.


Finalizado el encuentro, cada bando se fue por su lado. Por el camino, la lluvia se intensificó.



—No vamos a ver nada con esta dichosa lluvia —comentó Kyosuke mientras se disponía a disparar su arco.
—Esperen, creo que puedo hacer algo —anunció Ake. Sostuvo en la mano un amuleto sintoísta que llevaba siempre encima, murmuró una pequeña oración y Kyosuke se fijó en que sus pupilas se habían convertido en dos puntos muy pequeños—. Ahora creo que los podré ver sin problemas. Estén atentos a mi señal.


El repicar de lluvia sobre la tierra mojada y la vegetación se hizo tan fuerte como los tambores que preceden a la batalla. Parecía que no iba a llegar nunca, pero entonces, Ake gritó: «¡Han disparado!»  


Rápidamente Kyosuke disparó una flecha hacia el cielo y los demás dispararon tres proyectiles contra los guardias que custodiaban la puerta de entrada al recinto del templo. Ya que estaban lejos, quisieron aprovechar la distancia para infligir el máximo de daño posible antes del cuerpo a cuerpo. Acto seguido dejaron los arcos y cargaron contra los defensores del templo al tiempo que desenvainaban su acero. Los Ishizaki salieron de entre los arbustos por el extremo contrario y los dos grupos se abalanzaron hacia el centro de la colina. Sin embargo, a medio camino Akira y dos de sus samuráis se desviaron repentinamente para cargar contra los Kuroki. Estos se dieron cuenta al instante de la estratagema: Akira confiaba en que sus otros dos guerreros podrían encargarse de los defensores de la entrada para llegar hasta Harunobu mientras él y dos más retrasaban a los tres Kuroki, a Ake el ashigaru y al samurái del clan Hosokawa que los acompañaba. Pese al odio que sentía por Akira, Okura corrió directamente para unirse a los guerreros onoue en contra de los Ishizaki.


Un Ishizaki se lanzó con la katana en alto contra Kyosuke, pero este se deslizó un paso adelante y con un rápido tajo vertical separó el brazo del hombro de su enemigo antes de que pudiera pararlo. El hombre se derrumbó entre aullidos de dolor y chorros de sangre.



Tras este primer choque, la lluvia que los había estado acompañando todo el rato aumentó de intensidad aún más y oyeron los primeros truenos en la lejanía, como si los kamis celestiales estuvieran contemplando la cima de aquella colina con atención.


Togama mantuvo su posición con el bastón apuntado contra otro Ishizaki y Ake mantuvo a raya a Akira con su lanza. Mientras, los Onoue de la entrada resistían como podían ante las embestidas de la larga espada nodachi y la lanza de los dos guerreros ishizaki, pero parecía que el cansancio de las últimas horas les había restado eficacia. Por su parte, Togama detuvo un ataque y, tras hacer girar el bastón con las palmas de su mano, dio un potente revés que acertó de lleno a las manos de su contrincante y le obligó a soltar el arma.


Los guerreros onoue se defendían como podían ante las acometidas de los Ishizaki, pese a la ayuda de Okura. El nodachi de uno de ellos era un peligro considerable, pero quizás movidos por una pizca de lealtad hacia su señor Harunobu, los defensores del templo seguían parando un espadazo tras otro y lanzazo tras lanzazo. Okura aprovechaba para golpear cuando el de la lanza arremetía contra uno de los defensores, pero aun así no conseguía atravesar su armadura.


De repente, un relámpago cruzó el cielo y acto seguido el trueno retumbó por el bosque. De un extremo del recinto surgió un caballo negro con un jinete al galope. Llevaba el emblema de Hosokawa y se dirigía como una flecha hacia el templo con la katana desenvainada. Todo el mundo centró su atención en el nuevo contendiente durante un instante antes de proseguir sus combates. Los defensores del templo estaban demasiado ocupados con los Ishizaki como para desviar su atención hacia el misterioso jinete. Este, con la vía hacia el templo despejada, galopó los últimos metros hasta las escaleras del templo, tiró de las riendas hacia arriba y el caballo dio un salto tremendo que salvó los pocos escalones de la entrada. El samurái que defendía a Harunobu dentro del templo, armado con una lanza y viendo el combate desde la distancia, de repente vio un jinete que se abalanzaba contra él a toda velocidad. Apenas tuvo un par de instantes para asir la lanza con fuerza y prepararse para el ataque. Cuando tuvo al caballo delante, hizo ademán de atacar, pero no fue suficiente. El jinete desvió la lanza sin problemas con un golpe de su katana para luego contraatacar en dirección contraria.

Harunobu, que se encontraba en lo más profundo del templo, vio como la cabeza del guardia apostado allí salía volando por detrás de la esquina, emitiendo un chorro de sangre giratorio, hasta estrellarse con la pared del fondo a la vez que el jinete frenaba a su caballo negro. El animal relinchó y se alzo a dos patas a la vez que el jinete lo hacía girar para hacer frente a Harunobu. El jinete descabalgó de un salto y se dirigió hacia el heredero de los Onoue con decisión, pero a seis pasos de él, el suelo de madera podrida crujió de repente bajo sus pies y cedió. El samurái hosokawa quedó atrapado entre las tablas de madera del suelo, hiriéndose las piernas en la caída.


Afuera, los defensores onoue redoblaron sus esfuerzos, hicieron retroceder a los Ishizaki y llegaron a cegar a uno de ellos de un tajo en la cara. Kyosuke dejó desangrarse a su ahora manco oponente y corrió a ayudar a Okura y a los defensores contra los dos samuráis ishizaki. Con su bastón, Togama detuvo una nueva acometida en vertical que le habría partido el cráneo en dos. Con la katana enemiga clavada en el centro del palo entre sus manos, Togama volteó su arma hacia un lado, desequilibrando los brazos de su adversario. Con la punta del bastón que le había quedado apuntando hacia el samurái enemigo, le propinó un golpe seco en la muñeca que sujetaba la katana, obligando al Ishizaki a soltarla. Sin perder ni un momento, golpeó con la misma punta en dirección contraria, contra su mandíbula, de tal manera que se oyó el entrechocar de dientes. Su rival se desplomó inconsciente contra el suelo. El joven sacerdote aprovechó que se había quedado sin oponente y se unió al combate entre Ake y Akira.


Kyosuke llegó a la melé entre Okura, los Ishizaki y los Onoue. Uno de estos últimos estaba demasiado ocupado defendiéndose de dos enemigos como para ver acercarse a Kyosuke. Cuando fijó su vista en él, la katana le seccionó el brazo de cuajo. Esto alteró el equilibrio del combate, ya que los Onoue perdieron a un hombre mientras Okura ganó a un aliado. Estos últimos aprovecharon el ímpetu para intensificar sus esfuerzos.


Mientras tanto, Ake seguía presionando a su rival y consiguió atravesar la armadura de Akira y provocarle varios cortes. Finalmente, el samurái ishizaki bajó la guardia un instante y Ake aprovechó para causarle un corte profundo en el pecho que lo hizo caer al suelo medio muerto.


Tras haber despachado a su oponente, Togama dirigió su atención contra un guerrero onoue que se dirigía a atacar a Okura por la espalda. Al verlo, este se giró al instante y ayudó al sacerdote contra el samurái.


—¡Kyo, cubre a Togama! —vociferó Okura.

Al oírlo, Kyosuke se dirigió adonde se encontraban los otros dos y ocupó el lugar de su hermanastro, mientras el mayor de los Kuroki daba media vuelta para internarse en el edificio central del templo. El samurái onoue trató de impedirlo, pero Kyosuke le rebanó el brazo de un potente espadazo. Sin embargo, otro guerrero onoue sí logró burlar la atención de Kyosuke y corrió detrás de Okura.



Por su parte, los Ishizaki no estaban teniendo mucha suerte pese a su vil estratagema. Con su líder caído, solo dos de ellos, los armados con el largo nodachi y la lanza, conseguían mantener a raya a los otros Onoue. El samurái armado con la lanza se desmarcó del combate para correr en ayuda de Akira y salvarlo de la muerte, pero Ake le cerró el paso. Cuando Okura entró en el edificio central, se encontró al caballo negro resoplando y al samurái hosokawa saliendo de un agujero en el suelo de madera. Harunobu lo miraba atónito con la katana desenvainada. Estaba a punto de atacarlo en aquel momento de vulnerabilidad cuando Okura gritó: «¡Cuidado!».

El samurái hosokawa se giró justo a tiempo para detener la torpe acometida de Harunobu y de un par de golpes logró desarmar al joven heredero. Okura oyó pasos a sus espaldas y también reaccionó rápido. Atacó a su nuevo adversario con tanta fiereza que estuvo a punto de cortarle la pierna de un solo tajo.

Afuera, Ake se enfrentaba ahora al Ishizaki del nodachi, que había acudido también en ayudar de su líder. No obstante, el ashigaru no conseguía entrar en la guardia del nodachi, que aprovechaba su gran alcance para mantenerlo a raya. Uno de sus golpes incluso lo derribó pese a detenerlo. Mientras, el lancero empezó a vendar las heridas de Akira a toda prisa mientras murmuraba una plegaria y, si nadie lograba detenerlo, iba a poder devolverle el conocimiento. Ake tuvo que salir rodando para que el nodachi no lo alcanzara, pero dos pares de pies lo detuvieron. Alzó la mirada y vio a Kyosuke y Togama. Extrañado, dirigió la vista hacia el templo y solo vio cadáveres de los samuráis onoue tendidos por el suelo.

Ya solo quedaban en pie dos enemigos: los dos guerreros ishizaki. Entre Kyosuke y Ake derrotaron al Ishizaki del nodachi y Togama fue a por el que estaba arrodillado junto a Akira. Tras breves instantes, sus adversarios yacían muertos entre charcos de sangre y agua de lluvia.

En el centro del recinto sagrado cesó el entrechocar del acero y volvió a escucharse solo la lluvia. Okura se acercó al cuerpo de Akira y le cortó la cabeza. Los demás, excepto Togama, hicieron lo mismo con los otros cadáveres ishizaki. El samurái de Hosokawa que había entrado en el templo a lomos del caballo salió del templo acompañado de un Harunobu atado de manos. Este mantenía la cabeza gacha y la mirada perdida. Su plan había fallado por completo. Su destino quedaba ahora en manos de su padre.

Regresaron al castillo bajo la tormenta y entregaron a Harunobu a los guardias de Onoue. Sabían que no tardaría en correrse la voz de su retorno y el resultado de la contienda. Aunque no sabían qué ocurriría luego, estaban satisfechos de haber frustrado una vez más los planes de los Ishizaki. No tuvo que pasar mucho tiempo para que los criados avisaran a todo el mundo de que debían reunirse con urgencia en el salón central.



Una vez todos sentados, la tensión era palpable en el ambiente. A un lado estaba la comitiva de los Hosokawa. Al otro, los Ishizaki. Más de uno mantenía la mano cerca de su espada corta o incluso cerrada sobre la empuñadura. Al cabo de unos segundos de tenso silencio, el señor Onoue se alzó.

—Un encuentro formal en terreno neutral con dos bandos enfrentados ha terminado del peor modo posible. Un encuentro que tenía que servir para aparcar hostilidades —dijo remarcando las dos últimas palabras—, ha terminado en un baño de sangre en mis tierras. ¡¡¡En mi propia casa!!!

Repasó en silencio la mirada de todos los presentes. Entonces volvió la cabeza para mirar a su hijo y añadió:

—Mi hijo tiene algo que decirles.

Harunobu, que hasta el momento había permanecido sentado, cabizbajo y en silencio, alzó la cabeza.

—Sí, fui yo. Yo orquesté todo esto —confesó con triste resignación. Luego calló y su padre habló de nuevo.
—Por petición de la comitiva de los Hosokawa, el samurái Kuroki Okura, protector de la dama Shinobu, tiene permiso para efectuar una pregunta a mi hijo.

Okura se alzó y se irguió por completo a la vez que decía:

—Muchas gracias, señor Onoue —entonces se dirigió a Harunobu—: ¿La dama Shinobu tuvo algo que ver con el ataque ninja? —y tras la pregunta se sentó de nuevo. Los Kuroki y todos los Hosokawa mantuvieron la respiración a la espera de la respuesta.
—No —confesó Harunobu al final—. La estuve cortejando todos estos días con la intención de sonsacarle información, pero al final vi que no sabía nada. La noche del ataque ninja la cité como último intento de sacarle información e incriminarla del ataque, pero fuisteis más rápidos, ¿eh? —dijo con tono sarcástico y alzando los ojos hacia Okura—. Pero no, no fue ella. Quien me ayudó con los ninjas fueron... Los Ishizaki.

Al instante, como si les quemaran los cojines sobre los que estaban sentados, toda la delegación ishizaki se alzó y sus hombres corrieron hacia la salida para llegar al patio de armas de la fortaleza mientras un pequeño grupo de ellos desenvainaba sus armas para cubrirles la retirada.

—¡Matadlos! ¡Matadlos a todos! ¡Que no quede ninguno! —gritó el señor Onoue.

Pese a ser un grupo numeroso, entre los Hosokawa a sus espaldas y los guardias y vigías que patrullaban el recinto y esperaban afuera, todos los Ishizaki fueron cayendo uno a uno, atravesados por katanas, lanzas y flechas. Su huida desesperada no llegó a ninguna parte.

Poco después, mientras los criados se encargaban de limpiar el patio de cadáveres, Morozumi y el señor Onoue firmaban una alianza entre las dos provincias. Onoue juró ayudar al señor Hosokawa contra los Ishizaki y a su vez, este juró prestar apoyo a Onoue cuando lo necesitara. Se intercambiaron unos regalos de cortesía para afianzar el pacto y al día siguiente, la comitiva Hosokawa emprendió el camino de regreso a casa.

*          *         *


Y así concluye el décimo noveno episodio de la campaña de samuráis con Mythras. ¿Qué te ha parecido? Pronto podrás leer todo lo que ocurrió en términos de reglas y decisiones del director de juego en las notas del máster relacionadas. 

sábado, 30 de julio de 2022

Ataque sorpresa y duelo verbal: las notas del máster

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Bienvenido a una nueva entrega de las notas del director de juego tras las partidas de la campaña Samuráis de Suruga que dirigí con Mythras. Como en anteriores ocasiones, aquí podrás leer las mecánicas de juego tras el relato que se generó durante la partida. Además, algunas reflexiones que me pasan por la cabeza al dirigir y preparar las sesiones. Es recomendable haber leído el relato del cronista que corresponde a estas notas, para seguir mejor el hilo. Espero que te guste esta mirada tras las bambalinas.


En este collage puede verse parte de la aventura publicada (Shiki) que usé en esta sesión



Aquí hay muchos ninjas, y yo sin mi katana


Como comenté justo al final de las anteriores notas del máster, no esperaba que los protagonistas acompañaran a la dama Shinobu hasta el interior del torreón principal, pero en realidad tenía todo el sentido del mundo. Además, quedó especialmente peliculero que estuvieran presentes justo cuando los ninjas inician el ataque y atraviesan las paredes de papel de la sala. Por ejemplo, Okura abrió la puerta corredera al mismo tiempo que un ninja le lanzaba una estocada contra el pecho. «¡Te he dicho que desenvainaba la espada corta antes de abrir la puerta!», vale, venga, va...


Lo bueno de esto es que el combate fue frenético y desesperado, ya que los protagonistas empezaron en inferioridad numérica y menos preparados que los ninjas. Okura, Kyosuke y Ake iban sin armadura y estaban armados solo con su espada corta (1D6 de daño), y Togama además iba desarmado. Corrijo, antes de salir de la habitación los tres primeros habían cogido sus yelmos por aquello de «me huelo que va a pasar algo». En cambio, los ninjas iban armados con espadas ninjato (1D8+1 de daño) y protegidos con una cota de anillos bajo las ropas que les cubría el torso y una banda metálica en la frente. Puedes ver los datos de juego de los ninjas en esta entrada. Si miras el PDF de PNJ (1), verás que hay dos tipos, los infiltradores y los guerreros. De la sala donde estaba Shinobu salieron varios guerreros cuya misión era enfrentarse a los guardias, mientras los infiltradores se escabullían escaleras arriba para tratar de asesinar al señor Onoue. Por otro lado, los jugadores me convencieron de que podían aprovechar la pasión «Lealtad al daimio» ya que la vida de la dama Shinobu podía estar en peligro y eso les dio más o menos un +11% a su estilo de combate.


El mapa que dibujé al inicio del combate: las N son ninjas, Ok es Okura, Ky es Kyosuke, Tog es Togama y Sam son samuráis del señor Onoue. Ak es Ake, y la flecha indica el recorrido que hizo para esquivar todos los combates. Las escaleras al piso superior están abajo a la izquierda. De la habitación donde estaba Shinobu siguieron saliendo más y más ninjas.


Por suerte para los PJs, su espada corta tenía alcance «Corto» y el ninjato de los enemigos alcance «Medio», así que con solo un grado de diferencia no había que usar las reglas de alcance. Nota curiosa: no hay pruebas de que estas espadas rectas de los ninjas existieran realmente, pero aquí jugamos un poco con los ninjas de las películas. En el primer asalto, los ninjas tenían más iniciativa y atacaron primero. Dos se lanzaron a por Kyosuke, dos a por Okura y uno a por Togama. Kyosuke paró el ataque normal del primer ninja con un éxito crítico y escogió el efecto «Cegar Atacante». Y al tirar el dado para determinar el número de acciones que se pasaba cegado, saqué un 3. Mientras tanto, uno de los ninjas de Okura intentó cambiar de alcance para irse corriendo por el pasillo, pero el samurái se lo impidió al obtener el mejor resultado en la tirada de Evadir, y luego le endiñó un éxito crítico con «Escoger localización» y le partió la cabeza. Había decidido poner a los PJ en inferioridad numérica sin ningún reparo, porque en el anterior combate (ver capítulo XIV) habían arrasado y esta vez volvieron a tener suerte e igualaron el combate nada más empezar (y sin gastar puntos de suerte). 


Por desgracia, Togama iba desarmado, así que al empezar el combate parecía que iba a estar en clara desventaja frente a su primer oponente. Sin embargo, usó la primera acción paóra invocar el kami que le daba una acción extra. Acto seguido detuvo con éxito el ataque fallido de la primera espada ninja que se le acercó y aprovechó para arrebatársela de las manos a su oponente usando el efecto defensivo «Capturar Arma», con lo que logró igualar mucho el combate con una sola acción. Además, no sufrió daño en las manos porque su estilo de combate incluye el rasgo «Pericia sin armas», que aumenta el tamaño de sus puños y patadas de «Pequeño» a «Medio». Después Togama atacó y sacó un éxito crítico, ¡pero el ninja detuvo el golpe con otro éxito crítico! Más tarde, el sacerdote obtuvo un éxito crítico al detener el siguiente ataque del ninja y eligió «Cegar Atacante» para dejarlo fuera de combate 2 acciones. Pero es que en el turno siguiente le pegó una patada de barrido (4 ptos. de daño) y eligió el efecto «Aturdir Localización». El ninja no superó la tirada de Aguante y cayó derribado y ciego contra el suelo. Fue bastante impresionante de ver.


Después de esto decidí sacar un ninja armado con algo más exótico, la hoz con cadena (kusarigama) y este dejó a Togama con 5 ptos. de golpe menos en el abdomen y sangrando por el efecto de «Desangrar». Por suerte, Kyosuke y Okura reaccionaron rápido. Okura le cortó el brazo a su adversario con una buena tirada de daño, mientras que Kyosuke sacó otro crítico al atacar y yo paré con una pifia (!), así que «Superar Armadura» y «Escoger localización», además de «Elegir Objetivo» para que el ninja acertara de paso al otro ninja. Para más inri, justo antes otro ninja alejado de ese combate había arrojado un shuriken a Okura, pero había pifiado el ataque, de modo que el shuriken acertó también a otro ninja. Imagínate las risas. Total, varios ninjas menos. Luego Okura usó su conjuro de Curación para sanar la herida menor de Togama, y aunque solo tenía un 22% en Magia Común, superó la tirada gracias a la pasión «Amor familia» que le daba un +11%. De todas formas, al haber estado en contacto con su propia sangre, Togama dejó de poder usar su magia de los kami hasta que pudiera purificarse (ver reglas). En las siguientes partidas, el jugador siempre se lanzaba la magia de los kami antes de cada combate y luego ya si se manchaba de sangre por lo menos ya tenía la magia activa encima.


Fragmento de la aventura y fragmento de la chuleta de los efectos de combate de RQ6 (Mythras) creada por Gran Orco que fue muy útil para agilizar todos los combates.


Más tarde, Okura se enfrentó solo contra dos ninjas en las escaleras y logró defenderse gracias únicamente a que los ninjas fallaron algunos ataques contra él. Cuando llegó Kyosuke, en el primer turno pudo usar el efecto «Derribar Oponente» y sin pensárselo pasó por encima del ninja para llegar al piso de arriba y ayudar así a uno de los samuráis de Onoue que en solitario intentaba impedir que 4 ninjas entraran en los aposentos de su señor. Es posible que esta acción fuera la que le salvó la vida al señor Onoue. Recuerdo que el combate en las escaleras fue un caos de efectos de «Derribar Oponente» y gente que caía y se volvía a levantar. Creo que nos olvidamos alegremente de la regla que especifica que si estás tumbado frente a un adversario que está trabado en combate contigo, debes superar una tirada enfrentada de estilo de combate para poderte poner en pie de nuevo.


Al final todo terminó con Togama usando los efectos de «Aturdir Localización» con una de sus patadas, seguida de un «Forzar Rendición» contra el líder de los ninjas, que además ya tenía varias otras heridas (puedes ver sus datos de juego en el PDF descargable en esta entrada). El líder había aumentado sus puntos de acción a 4 con un talento de misticismo, pero no le bastaron. Por suerte, antes de eso tuve la oportunidad de lanzar una bomba de humo y una bomba cegadora contra los PJ, lo cual me hizo mucha ilusión. Llevaba deseando hacerlo desde que había leído sobre los artilugios ninja en el suplemento Tierra de Ninjas de JOC.


Aprovecho para comentar mi forma de llevar la cuenta de las acciones de todos los personajes. Anoto las iniciativas junto al nombre y debajo lo mismo con sus adversarios. Luego simplemente voy haciendo una marca por cada punto de acción gastado. Cuando gastan el último, trazo una ralla debajo para separar las del siguiente asalto. También anoto los efectos de combate activos y las heridas en las localizaciones de los PNJ. Esto va bien para saber si están inmovilizados o si no pueden usar el brazo derecho, por ejemplo. 


En este cacho de papel tan cutre llevé la cuenta de las acciones.
Abajo a la derecha está la primera fase del combate y arriba a la izquierda la segunda. 


Mas adelante en la campaña, hacia la mitad, de hecho, me compré unas cuentas de plástico y antes de los combates las repartía a cada jugador según el número de acciones que podía llegar a hacer por asalto (cuentas como las que pueden verse en una foto aquí). Colocaba también las cuentas de cada PNJ en línea, y a medida que gastaban acciones desplazaba cada cuenta uno o dos centímetros para señalar que se había gastado. Al final del asalto, volvía a colocarlas todas a la misma altura de nuevo. Respecto a los efectos de combate y las heridas, lo anotaba en una hoja aparte. Otras posibilidades son usar las carpas que creó Thorkrim o usar las cartas de efectos de Mythras.


Luego hubo que hacer la tirada enfrentada entre el Aguante de Kyosuke (alrededor de 70%) y la Potencia del veneno de cobra (95%) que le había inoculado un shuriken envenenado que lo había alcanzado en el pecho. La tirada del veneno fue superior, así que el pecho del samurái empezó a sufrir una necrosis muy fea que le restaba 1 pto. de vida en el pecho cada día... ¡de forma permanente! Por suerte, el médico del señor Onoue más tarde superó su tirada de Primeros Auxilios y horas más tarde le suministraron un antídoto. Habría podido introducir la tensión de tener que buscar el antídoto ellos mismos, pero no me interesaba que se alejaran todavía de la fortaleza. Por eso, simplemente narré que el señor Onoue usaba los recursos a su alcance para sanar a toda prisa a aquel samurái que había arriesgado la vida para protegerle de los ninjas.


Cabe decir que antes de empezar el combate no tenía claro que los PJ pudieran sobrevivir. En la aventura original, diseñada para el sistema Fuzion, se dice que los ninjas pueden llegar a abrumar a los PJ, así que pensé que una ligera superioridad numérica al inicio sería suficiente. No sabía si me habría pasado, pero entre la suerte de las tiradas y su habilidad para escoger los efectos de combate más adecuados, salieron muy airosos. También contaba con que gastaran sus puntos de suerte, pero no sé si al final los usaron mucho. Además, después de varias sesiones de juego sin combate estuvo bien lanzarse de nuevo a la tensión y la estrategia de Mythras. Y después del combate, llegó el momento de los...



Ataques verbales de improvisación rápida


En la segunda parte de esta sesión tuve la oportunidad de usar las pasiones de los PJ en su contra, lo cual siempre da un gustito muy fuerte como máster. Los insultos de Ishizaki les obligaron a hacer una tirada enfrentada de su «Lealtad al daimio» contra su «Honor» aumentado por su «Odio a los Ishizaki». Era más o menos 52% contra 77%. En uno de los casos venció el odio, pero por suerte Togama pudo usar su conjuro de Calmar. Me gustó mucho cómo quedó. Aunque luego me di cuenta de que si varios hubieran fallado la tirada, esta escena podría haber acabado en ejecuciones sumarias (!).


En cuanto al enfrentamiento dialéctico, todo empezó roleando la pugna verbal entre los argumentos de Okura y los de Ishizaki Taniguchi. Fue todo muy rápido, con máster y jugador pensando al vuelo lo siguiente que íbamos a decir, y quedó bastante bien. Para que no quedara todo como una simple decisión mía, luego decidí incluir tiradas de dados tras cada argumento, así que le dije al jugador que interpretaba a Okura que nos dábamos 2 minutos para anotar los siguientes argumentos y que íbamos a hacer una tirada de Influencia después de cada uno para ver si hacían mella en la opinión del señor Onoue. En esta segunda ronda, más sosegada pero igual de tensa, Okura tuvo éxito normal en todas las tiradas, aplicando el bono de su pasión «Lealtad al daimio» (debía tener cerca de 70%). pero su oponente también tuvo éxito, ya que era mucho más veterano (tenía un 90% en Influencia). Así que todo quedó en tablas igualmente. De todas formas, quedó muy chulo pese a haberlo improvisado. Y en las siguientes partidas en las que hubo pugnas dialécticas importantes apliqué otros sistemas que ya os iré contando en estas «notas del máster», como el que se incluye al final del reglamento, el sistema del «enfrentamiento de ingenios» o el del Mythras Companion.


Trozo de papel donde fui anotando los argumentos de las comitivas de Hosokawa e Ishizaki. A ver si entiendes algo.


Pues hasta aquí estas «notas del máster». Tal vez me he olvidado de algún detalle o lo he recordado de forma parcial, pero aun así espero que te haya parecido interesante. ¿Habrías hecho algo de forma distinta su hubieras dirigido tú esta partida? Puedes ver otras «notas del máster» en esta recopilación.

sábado, 4 de junio de 2022

Samuráis de Suruga (XVIII): ataque sorpresa y duelo verbal

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Aquí continúa la saga de la campaña Samuráis de Suruga que dirigí con el juego de rol Mythras. Con la ayuda del fiel cronista que tomó notas durante todas las sesiones, hemos creado un nuevo relato para descubrir lo que les ocurrió a los cuatro protagonistas después del final del capítulo anterior. ¡Esperamos que te guste!

Ilustración de Wayne Reynolds para Osprey Publishing


Mientras los guardias del castillo de Onoue daban la alarma, Okura abrió la puerta de la sala, vio el destello de una hoja afilada y apenas logró detener una estocada con su espada corta. Al tiempo que se incorporaba para contraatacar, Kyosuke y Ake ya habían desenvainado también sus wakizashis y, junto con Togama, se pusieron en guardia: unas siluetas encapuchadas corrían hacia ellos por uno de los pasillos o atravesaban las paredes de papel de la sala contigua. Los ninjas se abalanzaron contra ellos y contra los sorprendidos samuráis del señor Onoue y empezó un salvaje entrechocar de espadas.

Kyosuke bloqueó el arma de su adversario con un movimiento descendiente tan potente que el ninja se inclinó hacia adelante. El joven samurái aprovechó la ocasión para, con un rápido y certero movimiento, bajarle la capucha y cegarlo temporalmente. Por su parte, el contrincante de Okura hizo una finta para evitar el combate y huir hacia la sala de guardia, de donde llegaban también los gritos y el entrechocar del acero. Al agacharse para impulsarse hacia adelante, su cara se topó con la espada corta del samurái que casi le cortó la cabeza por la mitad. Pero otro venía detrás del que ya caía muerto. 

Al ver el ataque, Ake sintió un escalofrío recorrer su espalda. Rehuyendo los distintos combates, atravesó como pudo la sala de guardia y salió al patio de armas para ir a avisar a Morozumi. Este ya avanzaba por la pasarela techada en dirección al torreón.

—¡Ake! ¿Estáis bien? ¿Dónde está Shinobu? —le gritó Morozumi. Llevaba el wakizashi desenvainado y el yelmo puesto.
—¡No lo sé, mi señor! —respondió el soldado—. ¡De repente han empezado a salir ninjas de todos lados!
—¡Vuelve ahí dentro y buscadla bien! ¡No podemos permitir que le ocurra nada! ¡Vamos!

Dicho esto, Morozumi se dirigió hacia las demás habitaciones para poner en pie a los demás soldados de la comitiva. Sin otra alternativa que obedecer, Ake dio media vuelta y volvió con cautela a la planta baja del torreón en busca de la dama Shinobu. Antes de cruzar de nuevo el umbral, alcanzó a ver por el rabillo del ojo varias siluetas oscuras y ágiles en las murallas alrededor del patio de armas que hacían caer a los guardias allí apostados uno a uno.


Mientras tanto, pese a estar desarmado, Togama se enfrentaba sin miedo a su oponente. Sus puños bien entrenados detuvieron el ataque de la espada enemiga y con una llave marcial se la arrancó de las manos. El ninja adoptó una pose de guardia y trató de asestarle una patada giratoria, pero Togama detuvo el golpe dirigido a su cuello con la palma de la mano y contraatacó con un golpe contra las costillas. Impasible, este volvió a atacar a Togama. Se produjo entonces una rápida ráfaga de ataques y defensas que culminaron con una patada de Togama contra la cara de su adversario. El impacto le obligó a recular unos pasos y Togama aprovechó para derribarlo con un rápido golpe contra las piernas. Satisfecho con el resultado, no advirtió la hoz encadenada que se dirigía hacia él formando un arco mortífero. Togama sintió un terrible dolor en el abdomen mientras la punta de la hoz le desgarraba la carne y salpicaba el suelo de la sala con su sangre. Agarrándose la herida y apretando los dientes, cayó al suelo, inmóvil, pero aún consciente.

Kyosuke y Okura lo vieron doblarse en el suelo sobre un charco de sangre que crecía de tamaño a cada instante. La estupefacción de Kyosuke lo convirtió en blanco fácil por un momento cuando un shuriken traspasó la protección del yelmo y le rasgó la piel de la cabeza. Por el contrario, la visión de Togama malherido despertó la furia guerrera de Okura y cortó de cuajo el brazo de su oponente, que cayó muerto al suelo. Kyosuke gruñó por el impacto recibido mientras su adversario le asestaba confiado una estocada directa al corazón. Sin embargo, el samurái la desvió fácilmente y, tras cambiar de dirección con rapidez, usó toda la fuerza de sus brazos para rajarle la cabeza de un poderoso corte en diagonal.

Mientras los Kuroki se defendían de los intrusos, Ake volvió intentando no llamar la atención a la sala donde habían dejado a Shinobu. Espió el interior a través de uno de los agujeros en la pared de papel. Por fortuna, no había nadie más que la dama tendida en el suelo. El cobarde soldado entró agazapado. Al recostarse sobre ella comprobó que el pecho de la cortesana se hinchaba levemente. ¿Tal vez estuviera bajo los efectos de un sedante? La cargó sobre sus hombros y, esquivando ágilmente los numerosos combates, salió de nuevo al patio de armas donde se reunió de nuevo con Morozumi. Los samuráis de Hosokawa ya estaban armados y luchaban por sus vidas contra los ninjas que se habían deslizado de las murallas. Con la ayuda de Morozumi, Ake depositó con cuidado a Shinobu en un rincón de sus aposentos y ambos la ocultaron apresuradamente.

El soldado raso barajó la posibilidad de ocultarse durante el resto de la contienda. Al final lo consideró demasiado peligroso, ya que si le descubrían podía ser ejecutado, así que acabó regresando junto a sus señores. Por todos los rincones y a lo largo y ancho del espacio abierto se sucedían numerosos combates. Era fácil reconocer de quiénes eran los cuerpos inmóviles en el suelo. Mientras que los ninjas incursores llevaban sus ropas de infiltración azul oscuro, los samuráis vestían aún las ropas de dormir, lo que no les dejaba margen de error a la hora de detener o esquivar los golpes del enemigo.

Ilustración de Wayne Reynolds para Osprey Publishing

Cuando se dirigía al pasillo con los demás, Ake vio a uno de los ninjas alejarse del alcance del arma de Okura. Este hizo ademán de ir tras él, pero enseguida tuvo que abandonar la persecución para detener un golpe contra su flanco izquierdo. Ake aceleró el paso.

Al mismo tiempo, Kyosuke lograba desarmar a su nuevo oponente con un golpe dirigido a la muñeca y luego le endiñó un puñetazo a la cara con el mango y la guarda de su katana. Aturdido, el ninja no pudo evitar la llave marcial que le aplicó Kyosuke para inmovilizarlo

—¡Togama! ¡Ayúdame con este, trae algo para atarle los brazos!
—¡Voy!

Haciendo de tripas corazón, Togama avanzó de rodillas dejando un rastro de sangre. Mientras Kyosuke mantenía apresado al ninja, Togama desató los cintos de dos ninjas muertos. En ese momento, Okura liquidó al enemigo que le había impedido perseguir al otro ninja. Se cercioró de que no hubiera más enemigos a su alrededor y se arrodilló junto a Togama a toda prisa. Acercó su mano a la herida, cerró los ojos y murmuró unos mantras a los budas. Togama vio cómo su herida se cerraba poco a poco hasta dejar una cicatriz apenas perceptible y exhaló un gran suspiro de alivio.

—Gracias, Okura. He encontrado estas cintas Kyosuke, es todo lo que hay a mano por aquí.
—Bien, os dejo aquí con el prisionero —dijo Okura—. He visto varios ninjas subir por las escaleras al primer piso, así que voy a ayudar a los guardias que queden allí. ¡No tardéis! —volvió la cabeza hacia las escaleras y arrancó a correr mientras gritaba—: ¡Bishamonteeen!

Mientras Kyosuke sujetaba los brazos del ninja, que se zarandeaba para tratar de zafarse, Togama le anudó las cintas en pies y manos, haciendo todos los nudos posibles para que no pudiera escapar. 

—He hecho lo que he podido, aunque no creo que esto lo mantenga sujeto durante mucho tiempo —comentó el sacerdote.
—Cierto —dijo Kyosuke—. Vemos si esto lo deja quieto algo más de tiempo —y con una mano en la muñeca y otra en el brazo, torció la extremidad hasta oír un crujido. El aullido de dolor del ninja se perdió entre la multitud de gritos procedentes del patio y del piso superior.
—Bien, un problema menos. ¡Vamos, tras Okura!

Dejaron al prisionero atado en el suelo gimiendo de dolor y corrieron escaleras arriba en pos del mayor de los Kuroki.

Momentos antes, dos ninjas habían salido al paso de Okura al final del primer tramo de escaleras y este se vio obligado a defenderse. Aun así, el samurái logró apañárselas hábilmente hasta recibir los refuerzos de sus compañeros. Kyosuke pasó corriendo junto a Okura y uno de los ninjas se preparó para el entrechocar de espadas, pero el samurái se abalanzó sobre él con todo su cuerpo, derribando a su enemigo, y siguió corriendo escaleras arriba tras incorporarse velozmente. Los otros dos se quedaron para ayudar a Okura. Ake esquivó las acometidas de su nuevo enemigo y arremetió contra su oponente al mismo tiempo que Okura. 

En la planta superior, Kyosuke vio varios cuerpos tendidos en el suelo: varios samuráis de Onoue y algunos ninjas. Solo quedaba en pie un samurái que se defendía a ultranza frente a cuatro ninjas. A su espalda se alzaba la puerta que conducía a los aposentos del señor Onoue. Kyosuke atacó al ninja más cercano con un amplio corte bajo con tanta fuerza que el arma del enemigo fue incapaz de desviar todo el golpe. El ninja se desplomó con la pierna partida y sangrando sin parar. No tardaría en morir de agonía. Por su parte, el samurái onoue que creía que le quedaban instantes de vida arremetió contra uno de sus oponentes con esperanzas renovadas. El ninja había desviado la atención hacia Kyosuke el tiempo suficiente para no poder reaccionar a la estocada dirigida contra su pecho. Soltó todo el aire de golpe y se desplomó con los ojos abiertos sin vida.


En pocos instantes, la situación se había equilibrado. Ahora eran dos combates de uno contra uno. Viendo que la balanza se decantaba poco a poco a su favor, el samurái onoue y Kyosuke arremetieron de nuevo. Tras varios golpes y paradas, Kyosuke logró desarmar a su oponente al extender los brazos más allá de la guarda del ninjato y retirando la espada con un rápido movimiento vertical. En ese momento vio de reojo que Okura acababa de llegar. 

—¡Okura! —le llamó Kyosuke—. ¡Me alegro de verte! —dijo sin apartar los ojos de su adversario.
—¡Mierda, han desaparecido! —le contestó su hermano mientras buscaba frenéticamente por toda la sala—. ¡Han lanzado una bomba de humo y les hemos perdido el rastro! —al no encontrar a nadie más, cargó contra el único enemigo que quedaba en pie para rematar la faena.

Al verse acorralado, el último ninja buscó una muerte rápida bajo las acometidas de los samuráis, pues sabía que era mejor morir en combate que ser capturado. Una vez despachado, el silencio reinó otra vez en la sala unos meros instantes.

—¡Okura, rápido! —gritó Togama desde la escalera.

Kyosuke y Okura dejaron atrás al samurái onoue y corrieron hacia la escalera. Allí se encontraron con sus compañeros luchando contra dos ninjas en medio de un humo denso que se dispersaba poco a poco. Ake desvió una estocada y dejó el brazo de su oponente listo para que Kyosuke lo cortara de un tajo vertical. Con solo un enemigo en pie, los tres se lanzaron a ayudar a Togama. Nadie vio, sin embargo, como caía en medio de todos ellos un pequeño paquete cilíndrico con una mecha corta. Estalló y provocó un fogonazo de luz cegadora que obligó a los combatientes a cubrirse los ojos. En medio del resplandor, Kyosuke sintió una punzada de dolor en el pecho. Se dispuso a arrancarse el proyectil y sus manos se cerraron sobre algo muy pequeño. Por el tacto, supuso que sería un dardo, seguramente envenenado. «Lo que faltaba», pensó con amargura.

Cuando el resplandor cesó, los presentes abrieron los ojos poco a poco, acostumbrándose a la penumbra de nuevo. El enemigo con él que habían estado luchando meros segundos antes había desaparecido.

—¿Estáis todos bien? —preguntó Okura.

Salvo por algunos rasguños y cortes superficiales, el grupo reunido en las escaleras estaba intacto. En ese momento, Kyosuke hincó una rodilla en el suelo con un gruñido.

—Yo... Creo que no —admitió Kyosuke mientras les mostraba el dardo—. Me han clavado esto en el pecho durante el fogonazo. Creo que el veneno me está empezando a hacer efecto —confesó entre tosidos.
—No te preocupes, Kyo, encontraremos una cura sea como sea —le aseguró Togama con convicción.
—También podemos preguntar al médico personal del señor Onoue —sugirió Okura—. Pero por ahora, lo primero es asegurarnos de que no hay más ninjas cerca. ¿Puedes andar? —le preguntó a su hermano.
—Ugh... Creo... Creo que sí —farfulló entre resoplidos.
—Apóyese en mí, mi señor —se ofreció Ake.

Apoyándose en el soldado y con Okura al frente, descendieron las escaleras poco a poco, atentos a cualquier movimiento. Al llegar al patio, Okura vio cómo unos pocos ninjas corrían hacia las murallas del recinto, escalándolas con cuerdas que colgaban de los muros.

—¡Están huyendo! —gritó—. ¡Cobardes!
—Déjalo, Okura —dijo Togama con calma—. Lo principal ahora es ayudar a los heridos.

Se reunieron de nuevo con Morozumi y le contaron todo lo sucedido. Este les ordenó que dejaran a Kyosuke descansando en su habitación y que fueran a ayudar a los heridos y a asegurarse de que no quedara ningún incursor oculto. Tras un primer escrutinio, se supo que el ataque se había centrado en las dependencias centrales, con unos pocos ninjas en cada delegación para mantenerlos ocupados. Junto con los guardias personales de Onoue, el grupo de Okura, Kyosuke, Togama y Ake habían dado cuenta de buena parte de ellos y el ataque sorpresa había fracasado. Solo había que lamentar un total de dos muertes entre las dos delegaciones y multitud de heridos.

Poco después, un sirviente de Onoue acudió en busca de los líderes de las comitivas y condujo a Morozumi y Taniguchi a los aposentos del señor Onoue en lo alto del torreón. Aquellos que se encontraban más cerca pudieron oír gritos airados procedentes de la estancia. No estuvieron mucho tiempo dentro, pero salieron hechos una furia. Al volver con la delegación Hosokawa, Morozumi explicó a Okura y los demás que Onoue, que se negaba por ahora a escuchar ninguna explicación de lo sucedido, sospechaba de ambas delegaciones y había sentenciado, ante las protestas de ambos, que ninguna de las dos tenía permiso para salir del castillo. Aun así, había accedido a traer un médico del pueblo al pie de la fortaleza para tratar el veneno de Kyosuke y otros heridos, y para desentrañar qué le habían hecho a la dama Shinobu.

El médico acudió con los primeros rayos del alba y tras identificar la aflicción de Kyosuke, producida a partir de setas muy tóxicas pero comunes en la región, le suministró un antídoto que debía contrarrestar los efectos del veneno en unas horas. Luego examinó a Shinobu y determinó que la habían drogado con una bebida somnífera pero que se encontraba fuera de peligro.

Unas horas más tarde, durante el almuerzo conjunto en las dependencias del señor Onoue, la expectación y la desconfianza reinaban en el ambiente de la sala. Los principales representantes de ambas delegaciones se observaban con aire receloso, como si cualquiera de las dos estuviera a punto de atacar por la espalda a la otra. La dama Shinobu estaba ausente pues estaba aún indispuesta en sus aposentos del ala oeste. Finalmente llegó el señor Onoue y cuando se situó en la posición de honor, sin sentarse aún, todo el mundo se fijó en la evidente ausencia de su hijo Harunobu. Visiblemente preocupado, el señor del castillo se dirigió a sus invitados:

—El ataque de anoche me ha perturbado y me ha enfurecido sobremanera. Desafortunadamente, y hasta que no tengamos una idea más clara de lo sucedido, tendré que pedirles que permanezcan un poco más tiempo de lo esperado. Temo que mi hijo esté implicado de algún modo, pero no creo que haya actuado solo. He oído acusaciones de las delegaciones Hosokawa e Ishizaki y ahora escucharé sus argumentos. La verdad saldrá a la luz y castigaré a aquellos responsables por este insulto intolerable hacia mi hospitalidad y honor. Empezaremos con la delegación Hosokawa.

En ese momento, Taniguchi, el líder de la comitiva de Ishizaki y general de sus ejércitos, pidió permiso para hablar.



—Con su honorable permiso, señoría, creo que la primera pregunta que deberían responder los Hosokawa es qué hacía la dama Shinobu en las dependencias del torreón en plena noche, lejos de sus aposentos —dijo mirando de reojo a Okura y los demás—. ¿Acaso no sería ella quien abrió la trampilla para que pudieran entrar los ninjas?
—¿Es cierto que la dama Shinobu estaba en las dependencias del castillo anoche? —inquirió el señor Onoue a la comitiva de Hosokawa. Okura y Morozumi intercambiaron miradas y con un gesto de la cabeza el veterano hombre de confianza de Hosokawa le dio permiso para hablar al joven samurái. Okura tardó unos instantes en responder.
—Señoría, es cierto que la vimos dirigirse al torreón anoche y la noche anterior —afirmó Okura con el rostro inclinado respetuosamente hacia el suelo—, pero sin duda por invitación de alguien del castillo.

Sus palabras fueron seguidas de un silencio incómodo. Un cortesano del castillo le susurró algo al oído del señor Onoue y este anunció acto seguido que volverían a reunirse en unos instantes para oír los argumentos de ambas partes. Las respectivas comitivas se retiraron a salas de espera convenientemente separadas y Okura aprovechó esos momentos para poner sus ideas en orden y comentar con Morozumi y los demás los argumentos que debían usar en su defensa. Al poco, un sirviente les acompañó de nuevo a la sala de audiencias, al mismo tiempo que entraba también la comitiva Ishizaki por otra puerta. Onoue anunció que los Hosokawa tenían el turno de palabra y Okura volvió a poner los puños sobre el suelo de madera para hablar sin alzar la vista en señal de respeto:

—Su honorable señoría, querríamos destacar que el médico que hizo traer del pueblo para tratar a la dama Shinobu confirmó que la taza de té que había junto a ella contenía restos de un sedante muy potente. Ello parece indicar que fue drogada y, por tanto, no pudo ser ella quien abrió la trampilla que posiblemente conecta con el exterior del castillo y de donde vimos salir a los ninjas —antes de que el turno pasara a los enviados de Ishizaki, Okura se apresuró a añadir—: Al acompañar a la dama a las estancias del torreón, tuvimos que defendernos de los atacantes y queremos destacar que en ningún momento vimos a los samuráis de la comitiva ishizaki acudir a su defensa.
—Su honorable señoría —empezó Taniguchi al recibir permiso para hablar—, resulta evidente que la presencia de los samuráis hosokawa y la dama Shinobu en las estancias de la planta baja del torreón en plena noche, y justo cuando se produjo la entrada de los ninjas por el pasadizo secreto, es prueba suficiente de que fueron ellos los instigadores del ataque. Un ataque dirigido a atentar contra la vida de su honorable señoría, con el objetivo de hacerse con el control de la provincia. Todo indica que el sedante en el té es una treta para que la propia dama no pueda ser interrogada al respecto de su participación en los hechos.
—Su honorable señoría, si hubiésemos sido los instigadores del ataque no habríamos luchado contra los ninjas en el torreón junto a los samuráis de guardia onoue, de cuya gran lealtad y habilidad marcial nos orgullecemos de haber sido testigos de primera mano. Además, uno de los nuestros fue envenenado por las armas de los atacantes.

Ishizaki Akira, uno de los hijos del daimio Ishizaki y archienemigo de Okura, cuchicheó en tono jocoso de forma que solo pudieran oírlo Kyosuke y los demás: 

—Obvio, ya se sabe que no puede esperarse mucho de la destreza marcial de los Kuroki...

Kuroki Okura, Ishizaki Akira e Ishizaki Taniguchi durante la reunión ante el señor Onoue


Temblando de rabia, Kyosuke miró de reojo a Ishizaki Akira mientras apretaba los dientes con fuerza. Los recuerdos de la caída del castillo de Numazu en manos de las tropas ishizaki y la muerte de casi toda su familia se agolparon en su mente como un torrente de sangre hirviendo. Y aun así, consiguió contenerse. Sin embargo, Okura ya dirigía su mano hacia el cinto donde tenía la espada corta. ¡La cabeza de Akira tenía que rodar por aquel insulto imperdonable! Togama reaccionó rápido: tocó uno de los amuletos que llevaba mientras susurraba para sí una plegaria a los kami que calmó de immediato la ira de su primo, justo cuando este ya había cerrado la mano en torno a la empuñadura. Al notar que todas las miradas de la sala estaban centradas en él y su mano derecha, Okura se apresuró a decir:

—Fue esta espada corta la que usé para defenderme de los ninjas igual que mis compañeros y así contribuir en la defensa del torreón del señor Onoue frente a los atacantes, ¡y volvería hacerlo si fuera necesario! —con estas palabras Okura logró evitar la zancadilla de los Ishizaki y, aunque en su frente empezaban a formarse gotas de sudor frío, decidió continuar antes de que Taniguchi pudiera decir nada—. Además —dijo como preámbulo de una pausa dramática—, mi hermano fue testigo ayer por la tarde de una reunión secreta entre el joven señor Onoue y el señor Ishizaki Taniguchi aquí presente, y pudo oír que el señor Ishizaki le decía «ya sabes lo que tienes que hacer» (ver capítulo anterior).

Si la comitiva ishizaki se sorprendió al oír aquello, ninguno de sus hombres reflejó la sorpresa en el rostro. Por el contrario, el señor Onoue desde la tarima se sobresaltó al oír aquello.

—Honorable señoría, eso es una burda mentira —interrumpió Ishizaki Taniguchi con voz serena— con el único fin de inculparnos. Es evidente que la comitiva del señor Hosokawa está desesperada por sacudirse las culpas de encima. Y son palabras muy graves, pues ponen en entredicho el honor del heredero de su señoría. Espero de veras que tengan pruebas que puedan apoyar tamaña acusación.

—Honorable señoría —repuso Okura entre desesperado e indignado—, con su permiso querría pedir al señor Taniguchi si se atreve a negar que esa reunión tuvo efectivamente lugar en el portón del segundo patio de armas, después de que mi hermano fuera testigo directo de ella.

—Por supuesto que lo niego —contestó Taniguchi con enervante tranquilidad. El veterano samurái dirigió una leve sonrisa a Okura mientras este apretaba los dientes con fuerza para contener la rabia.

Sin embargo, la airada defensa de Okura había logrado sembrar la duda en el señor Onoue. Este exhaló un suspiro y se retiró unos instantes para debatir con sus consejeros. Luego se dirigió a todos los presentes:

—Señores, creo en las palabras de los samuráis de Hosokawa, aunque parece que no pueden explicar la presencia de la dama Shinobu en el torreón anoche. Me temo que para llegar al fondo de este asunto es primordial encontrar a mi hijo Harunobu. Me han informado de que ni siquiera sus sirvientes personales saben dónde está. Por tanto, les ruego que cada comitiva designe a cinco voluntarios que podrán salir del castillo para colaborar en su búsqueda. Si lo encuentran, tráiganlo de vuelta cuanto antes. Así podrá ofrecer su versión de los hechos y tal vez se pueda esclarecer el caso.

Okura, Togama y Kyosuke intercambiaron miradas con Morozumi. En la otra mitad de la sala, Taniguchi, Akira y sus hombres hacían lo mismo. Los representantes de ambas delegaciones prometieron ayudar a Onoue y enviar a un grupo a buscar al heredero. Luego se terminó la reunión y cada delegación abandonó la sala por puertas distintas. Morozumi alabó las intervenciones de Okura y le ordenó encabezar el grupo de búsqueda.

Por su parte, Ake fue a mezclarse con los soldados rasos de la guarnición del castillo y, al escuchar sus conversaciones, confirmó que la trampilla de la sala por dónde habían entrado los ninjas daba a un túnel subterráneo que conducía al exterior de las murallas. Al mismo tiempo, vio un grupo de cinco jinetes de la comitiva ishizaki salir al galope del castillo, liderados por Ishizaki Akira. Ake regresó rápidamente a informar a sus superiores y estos se alarmaron: era evidente que sus odiados enemigos sabían dónde estaba Harunobu, ya que había urdido aquel ataque nocturno con ellos para matar a su padre y a la vez inculpar a Shinobu y a Hosokawa. ¡Y ahora los Ishizaki sin duda pretendían silenciarlo para evitar que los delatara!

*          *         *

Aquí termina este relato de la campaña. ¿Qué te ha parecido el papel de Ake? ¿Y qué ocurrirá en el siguiente episodio? ¿Lograrán nuestros samuráis favoritos encontrar a Harunobu antes que los jinetes ishizaki? No te pierdas el próximo relato de Samuráis de Suruga, porque habrá persecuciones, un poco de magia y, sobre todo... ¡rodarán cabezas!

¿Quieres saber cómo fue la partida de Mythras que generó este relato? Lee las notas del máster para ver cómo fue todo desde el otro lado de la pantalla. :-)

lunes, 13 de septiembre de 2021

Las notas del máster: capítulos XV, XVI y XVII

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En esta entrada voy a comentar varias sesiones de la campaña de samuráis con Mythras desde el punto de vista del director de juego. Son las sesiones que generaron estos tres relatos: Secretos, versos y cerezos, Aguas calientes y sus encrucijadas e Intrigas y susurros. Como en anteriores «notas del máster», aquí podrás leer mis impresiones y todo lo que me pasaba por la cabeza mientras dirigía estas partidas, además de las reglas que usamos. También he añadido varias imágenes directamente tomadas del módulo.



La aventura empezó como explica el relato XV y se trata del segundo módulo de la campaña Shiki, para el juego de rol Sengoku. Tenía muchas ganas de dirigirlo porque era muy distinto a las aventuras que habíamos jugado hasta entonces. En las anteriores habían predominado las batallas, la lucha por la supervivencia y la venganza. Por el contrario, esta planteaba más poesía, intrigas y secretos. También hubo batallas al final, claro, pero en estas primeras sesiones las batallas no se libraron con sables ni lanzas. Y, como siempre, las decisiones de los jugadores me dieron gratas sorpresas y me obligaron a improvisar.


La bella dama Shinobu guarda un secreto...


En la primera sesión tenía ganas de ver cómo se tomaban los jugadores el hecho de participar en una competición de poesía. Al final, como era de esperar, algunos se lo tomaron mejor que otros, pero me encantó ver cómo cada uno creaba la suya y cómo se empezaba a generar tensión.


En la segunda sesión, los jugadores tuvieron una idea muy buena que me pilló por sorpresa. Cuando enviaron a varios de sus sirvientes un día antes por delante del grupo a vigilar el desvío del camino (ver aquí) me vi obligado a pensar rápido qué podía pasar. Al final, decidí que el grupo de samuráis de Onoue Harunobu los había detectado y, para evitar problemas, los había liquidado y escondido bien sus cuerpos. Luego cuando llegaron los PJs y no los encontraron, estuvo bien porque se generó el misterio de qué les habría pasado. El jugador que controla a Togama se le ocurrió entonces contactar con un kami del lugar para preguntarle si había visto algo (¡qué buena idea!) y le di algunas pistas pero sin ser concluyentes para preservar la incertidumbre.


Antes de llegar a la encrucijada, Kawazu había sido el único en superar una tirada opuesta de Percepción contra el Sigilo de un espía. Y entonces se había lanzado en una persecución de un sospechoso. Las persecuciones me encantan porque son escenas de acción sin ser combates. Para resolverla, volví a usar las reglas de conflictos sociales de Mythras como en la reconquista de Shizuoka y quedó muy bien. Hice que el jinete que huía empezara con un 25% ya conseguido debido a la distancia que los separaba al empezar. El jugador sacó varias malas tiradas de Montar y llevaba las de perder. Solo había alcanzado el 25% de éxito, mientras que el personaje que huía ya había llegado al 75%. Si el sospechoso volvía a tener éxito en la siguiente tirada, lograría escapar de Kawazu, así que Master Gollum decidió dispararle una flecha desde el caballo. Le puse un buen penalizador por disparar a través de los árboles contra un blanco que ya se había alejado mucho, pero entonces los dados decidieron regalarle un éxito crítico. ¡Master Gollum gritó de alegría al verlo! En la sesión anterior ya habíamos decidido que un disparo de flecha solo permitía escoger el efecto de combate «Derribar» con un éxito crítico (regla de la casa), por lo que sí podía escogerlo. Master Gollum eligió también «Elegir localización» para acertarle en la pierna y así asegurarse de no matarlo para poderlo interrogar. Sin embargo, el jinete confesó a Kawazu que seguía órdenes de alguien de la corte de Hosokawa para espiar a la dama Shinobu y le suplicó que no le obligara a revelarle quién. Entonces Master Gollum decidió que Kawazu se apiadaba de él y no lo presionó más. Eso me sorprendió, pero supuse que le bastaba con saber que no eran los samuráis de Ishizaki quienes habían enviado al espía.


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El punto álgido de esa sesión fue sin duda el momento de las aguas termales, cuando los personajes jugadores se vieron en la tesitura de decidir qué hacían sobre el supuesto romance de Shinobu y Harunobu. Se quedaron un buen rato debatiendo qué debían hacer y, desde mi punto de vista, fue genial. Creo que las historias de samuráis son perfectas para crear estos dilemas morales y me alegré de comprobar que el módulo conseguía el efecto esperado en los jugadores. Lo que yo no podía esperar es que la cosa acabara yendo mucho más allá. Pero mucho más allá, hasta desembocar en unas consecuencias que me pillaron a mí y al resto de jugadores totalmente por sorpresa.


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El motivo fue que Master Gollum, después de pensarlo muy bien, llegó a la conclusión de que su personaje estaba muy en desacuerdo con su señor y no estaba dispuesto a dejar pasar el asunto. Eso suele tener muy mal final en las historias de samuráis, y así fue en este caso. Lo trágico era que había llegado a una conclusión sin tener toda la información, pero su personaje no podía saberlo (ver comentarios de los jugadores al final de esta entrada). Total, que al inicio de la siguiente sesión, Kawazu fue sentenciado a quitarse la vida tras su enfrentamiento verbal con Hosokawa. Yo ya estaba al corriente de cómo iba a acabar eso porque entre sesiones Master Gollum me había comentado lo que iba a hacer su personaje. Y por eso, yo ya venía flipando de casa, pero el resto de jugadores se quedaron flipando. Fue brutal, porque quedó muy fiel al género de las historias de samuráis. Creo que Master Gollum fue muy valiente al tomar esa decisión y seguir con el concepto de personaje hasta las últimas consecuencias. Es algo que no suele verse a menudo. Por otro lado, también me alegro mucho de que el resto de personajes no tomaran la misma decisión. ¡Habría sido el «total party kill» más raro de la historia! 😅


Después, el jugador se hizo un personaje radicalmente distinto: un soldado de infantería bastante cobarde llamado Ake. Hace aparición en la historia hacia el final de este relato.


En la partida que generó ese tercer relato decidí aumentar el nivel de tensión y hacer reaparecer a Akira, el archienemigo de Okura. Este es uno de los personajes no jugadores que el jugador eligió crear al inicio de la campaña, así que no podía dejar pasar la oportunidad de ponérselo delante otra vez. Además, gracias a él pude revelar la sorpresa de su boda con la hermana de los protagonistas que ellos creían que había muerto en el asedio (!). Todo muy de culebrón, pero es lo que se me ocurrió para que todos lo odiaran aún más. Aun así, como en las sesiones antes del asedio no había aparecido el personaje de la hermana para interactuar con los personajes, no tuvo un impacto muy fuerte. Lo mejor de todo fue el breve pero intenso combate dialéctico que el Okura mantuvo con Akira al encontrarse las dos comitivas en el camino (muy bien relatado por el cronista, hay que añadir). Y ese no fue sino el preludio de otro mucho más intenso que mantendrían poco después (ver capítulo XVIII).


Luego se me ocurrió añadir al módulo una idea propia. Pensé que sería interesante ofrecer a los personajes la posibilidad de dar la vuelta a la tortilla y, en vez de ganar un aliado, traicionarlo y conquistar sus tierras. Por lo menos podría ser otra decisión que los jugadores podrían tomar. Sin embargo, al final los jugadores siguieron con la inercia que llevaba el módulo y decidieron no tirar de ese hilo. Claro que la decisión final estaba en manos de su señor, pero si les hubiera tentado la idea de ser los comandantes de un castillo propio, tal vez habrían insistido en ese curso de acción. Admito que fue una idea un poco loca y es comprensible que los jugadores no mordieran ese anzuelo, pero pensé «vamos a probar a ver qué pasa».


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En la trama de la fortaleza de los Onoue, el jugador que controla a Kyosuke se alegró mucho de superar con éxito la tirada de Sigilo. Yo también, porque así pudo atisbar la intriga que se tramaba entre Onoue Harunobu y la comitiva Ishizaki, y la tensión fue en aumento. Eso provocó que los personajes más tarde decidieran no separarse ni un segundo de la dama Shinobu, porque ya se esperaban lo peor. No lo había previsto, pero tenía toda la lógica del mundo. Por suerte, eso hizo que la siguiente sesión quedara aún más tensa y emocionante.


El relato que escriba el cronista de la siguiente sesión lo acompañaré en seguida de unas notas del máster, porque ahí sí pasó de todo. Curiosamente, en estas tres sesiones apenas hubo tiradas de dados, pero a partir de aquí los dados rodaron sin parar... ¡y no solo rodaron los dados! xD ¡No te pierdas el siguiente relato de Samuráis de Suruga!

 
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