Aquí continúa la saga de la campaña Samuráis de Suruga que dirigí con el juego de rol Mythras. Con la ayuda del fiel cronista que tomó notas durante todas las sesiones, hemos creado un nuevo relato para descubrir lo que les ocurrió a los cuatro protagonistas después del final del capítulo anterior. ¡Esperamos que te guste!
Ilustración de Wayne Reynolds para Osprey Publishing
Kyosuke bloqueó el arma de su adversario con un movimiento descendiente tan potente que el ninja se inclinó hacia adelante. El joven samurái aprovechó la ocasión para, con un rápido y certero movimiento, bajarle la capucha y cegarlo temporalmente. Por su parte, el contrincante de Okura hizo una finta para evitar el combate y huir hacia la sala de guardia, de donde llegaban también los gritos y el entrechocar del acero. Al agacharse para impulsarse hacia adelante, su cara se topó con la espada corta del samurái que casi le cortó la cabeza por la mitad. Pero otro venía detrás del que ya caía muerto.
Al ver el ataque, Ake sintió un escalofrío recorrer su espalda. Rehuyendo los distintos combates, atravesó como pudo la sala de guardia y salió al patio de armas para ir a avisar a Morozumi. Este ya avanzaba por la pasarela techada en dirección al torreón.
—¡Ake! ¿Estáis bien? ¿Dónde está Shinobu? —le gritó Morozumi. Llevaba el wakizashi desenvainado y el yelmo puesto.
—¡No lo sé, mi señor! —respondió el soldado—. ¡De repente han empezado a salir ninjas de todos lados!
—¡Vuelve ahí dentro y buscadla bien! ¡No podemos permitir que le ocurra nada! ¡Vamos!
Dicho esto, Morozumi se dirigió hacia las demás habitaciones para poner en pie a los demás soldados de la comitiva. Sin otra alternativa que obedecer, Ake dio media vuelta y volvió con cautela a la planta baja del torreón en busca de la dama Shinobu. Antes de cruzar de nuevo el umbral, alcanzó a ver por el rabillo del ojo varias siluetas oscuras y ágiles en las murallas alrededor del patio de armas que hacían caer a los guardias allí apostados uno a uno.
Mientras tanto, pese a estar desarmado, Togama se enfrentaba sin miedo a su oponente. Sus puños bien entrenados detuvieron el ataque de la espada enemiga y con una llave marcial se la arrancó de las manos. El ninja adoptó una pose de guardia y trató de asestarle una patada giratoria, pero Togama detuvo el golpe dirigido a su cuello con la palma de la mano y contraatacó con un golpe contra las costillas. Impasible, este volvió a atacar a Togama. Se produjo entonces una rápida ráfaga de ataques y defensas que culminaron con una patada de Togama contra la cara de su adversario. El impacto le obligó a recular unos pasos y Togama aprovechó para derribarlo con un rápido golpe contra las piernas. Satisfecho con el resultado, no advirtió la hoz encadenada que se dirigía hacia él formando un arco mortífero. Togama sintió un terrible dolor en el abdomen mientras la punta de la hoz le desgarraba la carne y salpicaba el suelo de la sala con su sangre. Agarrándose la herida y apretando los dientes, cayó al suelo, inmóvil, pero aún consciente.
Kyosuke y Okura lo vieron doblarse en el suelo sobre un charco de sangre que crecía de tamaño a cada instante. La estupefacción de Kyosuke lo convirtió en blanco fácil por un momento cuando un shuriken traspasó la protección del yelmo y le rasgó la piel de la cabeza. Por el contrario, la visión de Togama malherido despertó la furia guerrera de Okura y cortó de cuajo el brazo de su oponente, que cayó muerto al suelo. Kyosuke gruñó por el impacto recibido mientras su adversario le asestaba confiado una estocada directa al corazón. Sin embargo, el samurái la desvió fácilmente y, tras cambiar de dirección con rapidez, usó toda la fuerza de sus brazos para rajarle la cabeza de un poderoso corte en diagonal.
Mientras los Kuroki se defendían de los intrusos, Ake volvió intentando no llamar la atención a la sala donde habían dejado a Shinobu. Espió el interior a través de uno de los agujeros en la pared de papel. Por fortuna, no había nadie más que la dama tendida en el suelo. El cobarde soldado entró agazapado. Al recostarse sobre ella comprobó que el pecho de la cortesana se hinchaba levemente. ¿Tal vez estuviera bajo los efectos de un sedante? La cargó sobre sus hombros y, esquivando ágilmente los numerosos combates, salió de nuevo al patio de armas donde se reunió de nuevo con Morozumi. Los samuráis de Hosokawa ya estaban armados y luchaban por sus vidas contra los ninjas que se habían deslizado de las murallas. Con la ayuda de Morozumi, Ake depositó con cuidado a Shinobu en un rincón de sus aposentos y ambos la ocultaron apresuradamente.
El soldado raso barajó la posibilidad de ocultarse durante el resto de la contienda. Al final lo consideró demasiado peligroso, ya que si le descubrían podía ser ejecutado, así que acabó regresando junto a sus señores. Por todos los rincones y a lo largo y ancho del espacio abierto se sucedían numerosos combates. Era fácil reconocer de quiénes eran los cuerpos inmóviles en el suelo. Mientras que los ninjas incursores llevaban sus ropas de infiltración azul oscuro, los samuráis vestían aún las ropas de dormir, lo que no les dejaba margen de error a la hora de detener o esquivar los golpes del enemigo.
Ilustración de Wayne Reynolds para Osprey Publishing
Cuando se dirigía al pasillo con los demás, Ake vio a uno de los ninjas alejarse del alcance del arma de Okura. Este hizo ademán de ir tras él, pero enseguida tuvo que abandonar la persecución para detener un golpe contra su flanco izquierdo. Ake aceleró el paso.
Al mismo tiempo, Kyosuke lograba desarmar a su nuevo oponente con un golpe dirigido a la muñeca y luego le endiñó un puñetazo a la cara con el mango y la guarda de su katana. Aturdido, el ninja no pudo evitar la llave marcial que le aplicó Kyosuke para inmovilizarlo.
—¡Togama! ¡Ayúdame con este, trae algo para atarle los brazos!
—¡Voy!
Haciendo de tripas corazón, Togama avanzó de rodillas dejando un rastro de sangre. Mientras Kyosuke mantenía apresado al ninja, Togama desató los cintos de dos ninjas muertos. En ese momento, Okura liquidó al enemigo que le había impedido perseguir al otro ninja. Se cercioró de que no hubiera más enemigos a su alrededor y se arrodilló junto a Togama a toda prisa. Acercó su mano a la herida, cerró los ojos y murmuró unos mantras a los budas. Togama vio cómo su herida se cerraba poco a poco hasta dejar una cicatriz apenas perceptible y exhaló un gran suspiro de alivio.
—Gracias, Okura. He encontrado estas cintas Kyosuke, es todo lo que hay a mano por aquí.
—Bien, os dejo aquí con el prisionero —dijo Okura—. He visto varios ninjas subir por las escaleras al primer piso, así que voy a ayudar a los guardias que queden allí. ¡No tardéis! —volvió la cabeza hacia las escaleras y arrancó a correr mientras gritaba—: ¡Bishamonteeen!
Mientras Kyosuke sujetaba los brazos del ninja, que se zarandeaba para tratar de zafarse, Togama le anudó las cintas en pies y manos, haciendo todos los nudos posibles para que no pudiera escapar.
—He hecho lo que he podido, aunque no creo que esto lo mantenga sujeto durante mucho tiempo —comentó el sacerdote.
—Cierto —dijo Kyosuke—. Vemos si esto lo deja quieto algo más de tiempo —y con una mano en la muñeca y otra en el brazo, torció la extremidad hasta oír un crujido. El aullido de dolor del ninja se perdió entre la multitud de gritos procedentes del patio y del piso superior.
En pocos instantes, la situación se había equilibrado. Ahora eran dos combates de uno contra uno. Viendo que la balanza se decantaba poco a poco a su favor, el samurái onoue y Kyosuke arremetieron de nuevo. Tras varios golpes y paradas, Kyosuke logró desarmar a su oponente al extender los brazos más allá de la guarda del ninjato y retirando la espada con un rápido movimiento vertical. En ese momento vio de reojo que Okura acababa de llegar.
Se reunieron de nuevo con Morozumi y le contaron todo lo sucedido. Este les ordenó que dejaran a Kyosuke descansando en su habitación y que fueran a ayudar a los heridos y a asegurarse de que no quedara ningún incursor oculto. Tras un primer escrutinio, se supo que el ataque se había centrado en las dependencias centrales, con unos pocos ninjas en cada delegación para mantenerlos ocupados. Junto con los guardias personales de Onoue, el grupo de Okura, Kyosuke, Togama y Ake habían dado cuenta de buena parte de ellos y el ataque sorpresa había fracasado. Solo había que lamentar un total de dos muertes entre las dos delegaciones y multitud de heridos.
Poco después, un sirviente de Onoue acudió en busca de los líderes de las comitivas y condujo a Morozumi y Taniguchi a los aposentos del señor Onoue en lo alto del torreón. Aquellos que se encontraban más cerca pudieron oír gritos airados procedentes de la estancia. No estuvieron mucho tiempo dentro, pero salieron hechos una furia. Al volver con la delegación Hosokawa, Morozumi explicó a Okura y los demás que Onoue, que se negaba por ahora a escuchar ninguna explicación de lo sucedido, sospechaba de ambas delegaciones y había sentenciado, ante las protestas de ambos, que ninguna de las dos tenía permiso para salir del castillo. Aun así, había accedido a traer un médico del pueblo al pie de la fortaleza para tratar el veneno de Kyosuke y otros heridos, y para desentrañar qué le habían hecho a la dama Shinobu.
El médico acudió con los primeros rayos del alba y tras identificar la aflicción de Kyosuke, producida a partir de setas muy tóxicas pero comunes en la región, le suministró un antídoto que debía contrarrestar los efectos del veneno en unas horas. Luego examinó a Shinobu y determinó que la habían drogado con una bebida somnífera pero que se encontraba fuera de peligro.
Unas horas más tarde, durante el almuerzo conjunto en las dependencias del señor Onoue, la expectación y la desconfianza reinaban en el ambiente de la sala. Los principales representantes de ambas delegaciones se observaban con aire receloso, como si cualquiera de las dos estuviera a punto de atacar por la espalda a la otra. La dama Shinobu estaba ausente pues estaba aún indispuesta en sus aposentos del ala oeste. Finalmente llegó el señor Onoue y cuando se situó en la posición de honor, sin sentarse aún, todo el mundo se fijó en la evidente ausencia de su hijo Harunobu. Visiblemente preocupado, el señor del castillo se dirigió a sus invitados:
—El ataque de anoche me ha perturbado y me ha enfurecido sobremanera. Desafortunadamente, y hasta que no tengamos una idea más clara de lo sucedido, tendré que pedirles que permanezcan un poco más tiempo de lo esperado. Temo que mi hijo esté implicado de algún modo, pero no creo que haya actuado solo. He oído acusaciones de las delegaciones Hosokawa e Ishizaki y ahora escucharé sus argumentos. La verdad saldrá a la luz y castigaré a aquellos responsables por este insulto intolerable hacia mi hospitalidad y honor. Empezaremos con la delegación Hosokawa.
Al mismo tiempo, Kyosuke lograba desarmar a su nuevo oponente con un golpe dirigido a la muñeca y luego le endiñó un puñetazo a la cara con el mango y la guarda de su katana. Aturdido, el ninja no pudo evitar la llave marcial que le aplicó Kyosuke para inmovilizarlo.
—¡Togama! ¡Ayúdame con este, trae algo para atarle los brazos!
—¡Voy!
Haciendo de tripas corazón, Togama avanzó de rodillas dejando un rastro de sangre. Mientras Kyosuke mantenía apresado al ninja, Togama desató los cintos de dos ninjas muertos. En ese momento, Okura liquidó al enemigo que le había impedido perseguir al otro ninja. Se cercioró de que no hubiera más enemigos a su alrededor y se arrodilló junto a Togama a toda prisa. Acercó su mano a la herida, cerró los ojos y murmuró unos mantras a los budas. Togama vio cómo su herida se cerraba poco a poco hasta dejar una cicatriz apenas perceptible y exhaló un gran suspiro de alivio.
—Gracias, Okura. He encontrado estas cintas Kyosuke, es todo lo que hay a mano por aquí.
—Bien, os dejo aquí con el prisionero —dijo Okura—. He visto varios ninjas subir por las escaleras al primer piso, así que voy a ayudar a los guardias que queden allí. ¡No tardéis! —volvió la cabeza hacia las escaleras y arrancó a correr mientras gritaba—: ¡Bishamonteeen!
Mientras Kyosuke sujetaba los brazos del ninja, que se zarandeaba para tratar de zafarse, Togama le anudó las cintas en pies y manos, haciendo todos los nudos posibles para que no pudiera escapar.
—He hecho lo que he podido, aunque no creo que esto lo mantenga sujeto durante mucho tiempo —comentó el sacerdote.
—Cierto —dijo Kyosuke—. Vemos si esto lo deja quieto algo más de tiempo —y con una mano en la muñeca y otra en el brazo, torció la extremidad hasta oír un crujido. El aullido de dolor del ninja se perdió entre la multitud de gritos procedentes del patio y del piso superior.
—Bien, un problema menos. ¡Vamos, tras Okura!
Dejaron al prisionero atado en el suelo gimiendo de dolor y corrieron escaleras arriba en pos del mayor de los Kuroki.
Momentos antes, dos ninjas habían salido al paso de Okura al final del primer tramo de escaleras y este se vio obligado a defenderse. Aun así, el samurái logró apañárselas hábilmente hasta recibir los refuerzos de sus compañeros. Kyosuke pasó corriendo junto a Okura y uno de los ninjas se preparó para el entrechocar de espadas, pero el samurái se abalanzó sobre él con todo su cuerpo, derribando a su enemigo, y siguió corriendo escaleras arriba tras incorporarse velozmente. Los otros dos se quedaron para ayudar a Okura. Ake esquivó las acometidas de su nuevo enemigo y arremetió contra su oponente al mismo tiempo que Okura.
Dejaron al prisionero atado en el suelo gimiendo de dolor y corrieron escaleras arriba en pos del mayor de los Kuroki.
Momentos antes, dos ninjas habían salido al paso de Okura al final del primer tramo de escaleras y este se vio obligado a defenderse. Aun así, el samurái logró apañárselas hábilmente hasta recibir los refuerzos de sus compañeros. Kyosuke pasó corriendo junto a Okura y uno de los ninjas se preparó para el entrechocar de espadas, pero el samurái se abalanzó sobre él con todo su cuerpo, derribando a su enemigo, y siguió corriendo escaleras arriba tras incorporarse velozmente. Los otros dos se quedaron para ayudar a Okura. Ake esquivó las acometidas de su nuevo enemigo y arremetió contra su oponente al mismo tiempo que Okura.
En la planta superior, Kyosuke vio varios cuerpos tendidos en el suelo: varios samuráis de Onoue y algunos ninjas. Solo quedaba en pie un samurái que se defendía a ultranza frente a cuatro ninjas. A su espalda se alzaba la puerta que conducía a los aposentos del señor Onoue. Kyosuke atacó al ninja más cercano con un amplio corte bajo con tanta fuerza que el arma del enemigo fue incapaz de desviar todo el golpe. El ninja se desplomó con la pierna partida y sangrando sin parar. No tardaría en morir de agonía. Por su parte, el samurái onoue que creía que le quedaban instantes de vida arremetió contra uno de sus oponentes con esperanzas renovadas. El ninja había desviado la atención hacia Kyosuke el tiempo suficiente para no poder reaccionar a la estocada dirigida contra su pecho. Soltó todo el aire de golpe y se desplomó con los ojos abiertos sin vida.
En pocos instantes, la situación se había equilibrado. Ahora eran dos combates de uno contra uno. Viendo que la balanza se decantaba poco a poco a su favor, el samurái onoue y Kyosuke arremetieron de nuevo. Tras varios golpes y paradas, Kyosuke logró desarmar a su oponente al extender los brazos más allá de la guarda del ninjato y retirando la espada con un rápido movimiento vertical. En ese momento vio de reojo que Okura acababa de llegar.
—¡Okura! —le llamó Kyosuke—. ¡Me alegro de verte! —dijo sin apartar los ojos de su adversario.
—¡Mierda, han desaparecido! —le contestó su hermano mientras buscaba frenéticamente por toda la sala—. ¡Han lanzado una bomba de humo y les hemos perdido el rastro! —al no encontrar a nadie más, cargó contra el único enemigo que quedaba en pie para rematar la faena.
—¡Mierda, han desaparecido! —le contestó su hermano mientras buscaba frenéticamente por toda la sala—. ¡Han lanzado una bomba de humo y les hemos perdido el rastro! —al no encontrar a nadie más, cargó contra el único enemigo que quedaba en pie para rematar la faena.
Al verse acorralado, el último ninja buscó una muerte rápida bajo las acometidas de los samuráis, pues sabía que era mejor morir en combate que ser capturado.
Una vez despachado, el silencio reinó otra vez en la sala unos meros instantes.
—¡Okura, rápido! —gritó Togama desde la escalera.
Kyosuke y Okura dejaron atrás al samurái onoue y corrieron hacia la escalera. Allí se encontraron con sus compañeros luchando contra dos ninjas en medio de un humo denso que se dispersaba poco a poco. Ake desvió una estocada y dejó el brazo de su oponente listo para que Kyosuke lo cortara de un tajo vertical. Con solo un enemigo en pie, los tres se lanzaron a ayudar a Togama. Nadie vio, sin embargo, como caía en medio de todos ellos un pequeño paquete cilíndrico con una mecha corta. Estalló y provocó un fogonazo de luz cegadora que obligó a los combatientes a cubrirse los ojos. En medio del resplandor, Kyosuke sintió una punzada de dolor en el pecho. Se dispuso a arrancarse el proyectil y sus manos se cerraron sobre algo muy pequeño. Por el tacto, supuso que sería un dardo, seguramente envenenado. «Lo que faltaba», pensó con amargura.
Cuando el resplandor cesó, los presentes abrieron los ojos poco a poco, acostumbrándose a la penumbra de nuevo. El enemigo con él que habían estado luchando meros segundos antes había desaparecido.
—¿Estáis todos bien? —preguntó Okura.
Salvo por algunos rasguños y cortes superficiales, el grupo reunido en las escaleras estaba intacto. En ese momento, Kyosuke hincó una rodilla en el suelo con un gruñido.
—Yo... Creo que no —admitió Kyosuke mientras les mostraba el dardo—. Me han clavado esto en el pecho durante el fogonazo. Creo que el veneno me está empezando a hacer efecto —confesó entre tosidos.
Kyosuke y Okura dejaron atrás al samurái onoue y corrieron hacia la escalera. Allí se encontraron con sus compañeros luchando contra dos ninjas en medio de un humo denso que se dispersaba poco a poco. Ake desvió una estocada y dejó el brazo de su oponente listo para que Kyosuke lo cortara de un tajo vertical. Con solo un enemigo en pie, los tres se lanzaron a ayudar a Togama. Nadie vio, sin embargo, como caía en medio de todos ellos un pequeño paquete cilíndrico con una mecha corta. Estalló y provocó un fogonazo de luz cegadora que obligó a los combatientes a cubrirse los ojos. En medio del resplandor, Kyosuke sintió una punzada de dolor en el pecho. Se dispuso a arrancarse el proyectil y sus manos se cerraron sobre algo muy pequeño. Por el tacto, supuso que sería un dardo, seguramente envenenado. «Lo que faltaba», pensó con amargura.
Cuando el resplandor cesó, los presentes abrieron los ojos poco a poco, acostumbrándose a la penumbra de nuevo. El enemigo con él que habían estado luchando meros segundos antes había desaparecido.
—¿Estáis todos bien? —preguntó Okura.
Salvo por algunos rasguños y cortes superficiales, el grupo reunido en las escaleras estaba intacto. En ese momento, Kyosuke hincó una rodilla en el suelo con un gruñido.
—Yo... Creo que no —admitió Kyosuke mientras les mostraba el dardo—. Me han clavado esto en el pecho durante el fogonazo. Creo que el veneno me está empezando a hacer efecto —confesó entre tosidos.
—No te preocupes, Kyo, encontraremos una cura sea como sea —le aseguró Togama con convicción.
—También podemos preguntar al médico personal del señor Onoue —sugirió Okura—. Pero por ahora, lo primero es asegurarnos de que no hay más ninjas cerca. ¿Puedes andar? —le preguntó a su hermano.
—Ugh... Creo... Creo que sí —farfulló entre resoplidos.
—Apóyese en mí, mi señor —se ofreció Ake.
Apoyándose en el soldado y con Okura al frente, descendieron las escaleras poco a poco, atentos a cualquier movimiento. Al llegar al patio, Okura vio cómo unos pocos ninjas corrían hacia las murallas del recinto, escalándolas con cuerdas que colgaban de los muros.
—¡Están huyendo! —gritó—. ¡Cobardes!
—Déjalo, Okura —dijo Togama con calma—. Lo principal ahora es ayudar a los heridos.
—También podemos preguntar al médico personal del señor Onoue —sugirió Okura—. Pero por ahora, lo primero es asegurarnos de que no hay más ninjas cerca. ¿Puedes andar? —le preguntó a su hermano.
—Ugh... Creo... Creo que sí —farfulló entre resoplidos.
—Apóyese en mí, mi señor —se ofreció Ake.
Apoyándose en el soldado y con Okura al frente, descendieron las escaleras poco a poco, atentos a cualquier movimiento. Al llegar al patio, Okura vio cómo unos pocos ninjas corrían hacia las murallas del recinto, escalándolas con cuerdas que colgaban de los muros.
—¡Están huyendo! —gritó—. ¡Cobardes!
—Déjalo, Okura —dijo Togama con calma—. Lo principal ahora es ayudar a los heridos.
Se reunieron de nuevo con Morozumi y le contaron todo lo sucedido. Este les ordenó que dejaran a Kyosuke descansando en su habitación y que fueran a ayudar a los heridos y a asegurarse de que no quedara ningún incursor oculto. Tras un primer escrutinio, se supo que el ataque se había centrado en las dependencias centrales, con unos pocos ninjas en cada delegación para mantenerlos ocupados. Junto con los guardias personales de Onoue, el grupo de Okura, Kyosuke, Togama y Ake habían dado cuenta de buena parte de ellos y el ataque sorpresa había fracasado. Solo había que lamentar un total de dos muertes entre las dos delegaciones y multitud de heridos.
Poco después, un sirviente de Onoue acudió en busca de los líderes de las comitivas y condujo a Morozumi y Taniguchi a los aposentos del señor Onoue en lo alto del torreón. Aquellos que se encontraban más cerca pudieron oír gritos airados procedentes de la estancia. No estuvieron mucho tiempo dentro, pero salieron hechos una furia. Al volver con la delegación Hosokawa, Morozumi explicó a Okura y los demás que Onoue, que se negaba por ahora a escuchar ninguna explicación de lo sucedido, sospechaba de ambas delegaciones y había sentenciado, ante las protestas de ambos, que ninguna de las dos tenía permiso para salir del castillo. Aun así, había accedido a traer un médico del pueblo al pie de la fortaleza para tratar el veneno de Kyosuke y otros heridos, y para desentrañar qué le habían hecho a la dama Shinobu.
El médico acudió con los primeros rayos del alba y tras identificar la aflicción de Kyosuke, producida a partir de setas muy tóxicas pero comunes en la región, le suministró un antídoto que debía contrarrestar los efectos del veneno en unas horas. Luego examinó a Shinobu y determinó que la habían drogado con una bebida somnífera pero que se encontraba fuera de peligro.
Unas horas más tarde, durante el almuerzo conjunto en las dependencias del señor Onoue, la expectación y la desconfianza reinaban en el ambiente de la sala. Los principales representantes de ambas delegaciones se observaban con aire receloso, como si cualquiera de las dos estuviera a punto de atacar por la espalda a la otra. La dama Shinobu estaba ausente pues estaba aún indispuesta en sus aposentos del ala oeste. Finalmente llegó el señor Onoue y cuando se situó en la posición de honor, sin sentarse aún, todo el mundo se fijó en la evidente ausencia de su hijo Harunobu. Visiblemente preocupado, el señor del castillo se dirigió a sus invitados:
—El ataque de anoche me ha perturbado y me ha enfurecido sobremanera. Desafortunadamente, y hasta que no tengamos una idea más clara de lo sucedido, tendré que pedirles que permanezcan un poco más tiempo de lo esperado. Temo que mi hijo esté implicado de algún modo, pero no creo que haya actuado solo. He oído acusaciones de las delegaciones Hosokawa e Ishizaki y ahora escucharé sus argumentos. La verdad saldrá a la luz y castigaré a aquellos responsables por este insulto intolerable hacia mi hospitalidad y honor. Empezaremos con la delegación Hosokawa.
En ese momento, Taniguchi, el líder de la comitiva de Ishizaki y general de sus ejércitos, pidió permiso para hablar.
—Con su honorable permiso, señoría, creo que la primera pregunta que deberían responder los Hosokawa es qué hacía la dama Shinobu en las dependencias del torreón en plena noche, lejos de sus aposentos —dijo mirando de reojo a Okura y los demás—. ¿Acaso no sería ella quien abrió la trampilla para que pudieran entrar los ninjas?
—¿Es cierto que la dama Shinobu estaba en las dependencias del castillo anoche? —inquirió el señor Onoue a la comitiva de Hosokawa. Okura y Morozumi intercambiaron miradas y con un gesto de la cabeza el veterano hombre de confianza de Hosokawa le dio permiso para hablar al joven samurái. Okura tardó unos instantes en responder.
—Señoría, es cierto que la vimos dirigirse al torreón anoche y la noche anterior —afirmó Okura con el rostro inclinado respetuosamente hacia el suelo—, pero sin duda por invitación de alguien del castillo.
Sus palabras fueron seguidas de un silencio incómodo. Un cortesano del castillo le susurró algo al oído del señor Onoue y este anunció acto seguido que volverían a reunirse en unos instantes para oír los argumentos de ambas partes. Las respectivas comitivas se retiraron a salas de espera convenientemente separadas y Okura aprovechó esos momentos para poner sus ideas en orden y comentar con Morozumi y los demás los argumentos que debían usar en su defensa. Al poco, un sirviente les acompañó de nuevo a la sala de audiencias, al mismo tiempo que entraba también la comitiva Ishizaki por otra puerta. Onoue anunció que los Hosokawa tenían el turno de palabra y Okura volvió a poner los puños sobre el suelo de madera para hablar sin alzar la vista en señal de respeto:
—Su honorable señoría, querríamos destacar que el médico que hizo traer del pueblo para tratar a la dama Shinobu confirmó que la taza de té que había junto a ella contenía restos de un sedante muy potente. Ello parece indicar que fue drogada y, por tanto, no pudo ser ella quien abrió la trampilla que posiblemente conecta con el exterior del castillo y de donde vimos salir a los ninjas —antes de que el turno pasara a los enviados de Ishizaki, Okura se apresuró a añadir—: Al acompañar a la dama a las estancias del torreón, tuvimos que defendernos de los atacantes y queremos destacar que en ningún momento vimos a los samuráis de la comitiva ishizaki acudir a su defensa.
—Su honorable señoría —empezó Taniguchi al recibir permiso para hablar—, resulta evidente que la presencia de los samuráis hosokawa y la dama Shinobu en las estancias de la planta baja del torreón en plena noche, y justo cuando se produjo la entrada de los ninjas por el pasadizo secreto, es prueba suficiente de que fueron ellos los instigadores del ataque. Un ataque dirigido a atentar contra la vida de su honorable señoría, con el objetivo de hacerse con el control de la provincia. Todo indica que el sedante en el té es una treta para que la propia dama no pueda ser interrogada al respecto de su participación en los hechos.
—Su honorable señoría, si hubiésemos sido los instigadores del ataque no habríamos luchado contra los ninjas en el torreón junto a los samuráis de guardia onoue, de cuya gran lealtad y habilidad marcial nos orgullecemos de haber sido testigos de primera mano. Además, uno de los nuestros fue envenenado por las armas de los atacantes.
Ishizaki Akira, uno de los hijos del daimio Ishizaki y archienemigo de Okura, cuchicheó en tono jocoso de forma que solo pudieran oírlo Kyosuke y los demás:
—Obvio, ya se sabe que no puede esperarse mucho de la destreza marcial de los Kuroki...
Kuroki Okura, Ishizaki Akira e Ishizaki Taniguchi durante la reunión ante el señor Onoue
Temblando de rabia, Kyosuke miró de reojo a Ishizaki Akira mientras apretaba los dientes con fuerza. Los recuerdos de la caída del castillo de Numazu en manos de las tropas ishizaki y la muerte de casi toda su familia se agolparon en su mente como un torrente de sangre hirviendo. Y aun así, consiguió contenerse. Sin embargo, Okura ya dirigía su mano hacia el cinto donde tenía la espada corta. ¡La cabeza de Akira tenía que rodar por aquel insulto imperdonable! Togama reaccionó rápido: tocó uno de los amuletos que llevaba mientras susurraba para sí una plegaria a los kami que calmó de immediato la ira de su primo, justo cuando este ya había cerrado la mano en torno a la empuñadura. Al notar que todas las miradas de la sala estaban centradas en él y su mano derecha, Okura se apresuró a decir:
—Fue esta espada corta la que usé para defenderme de los ninjas igual que mis compañeros y así contribuir en la defensa del torreón del señor Onoue frente a los atacantes, ¡y volvería hacerlo si fuera necesario! —con estas palabras Okura logró evitar la zancadilla de los Ishizaki y, aunque en su frente empezaban a formarse gotas de sudor frío, decidió continuar antes de que Taniguchi pudiera decir nada—. Además —dijo como preámbulo de una pausa dramática—, mi hermano fue testigo ayer por la tarde de una reunión secreta entre el joven señor Onoue y el señor Ishizaki Taniguchi aquí presente, y pudo oír que el señor Ishizaki le decía «ya sabes lo que tienes que hacer» (ver capítulo anterior).
Si la comitiva ishizaki se sorprendió al oír aquello, ninguno de sus hombres reflejó la sorpresa en el rostro. Por el contrario, el señor Onoue desde la tarima se sobresaltó al oír aquello.
—Honorable señoría, eso es una burda mentira —interrumpió Ishizaki Taniguchi con voz serena— con el único fin de inculparnos. Es evidente que la comitiva del señor Hosokawa está desesperada por sacudirse las culpas de encima. Y son palabras muy graves, pues ponen en entredicho el honor del heredero de su señoría. Espero de veras que tengan pruebas que puedan apoyar tamaña acusación.
—Honorable señoría —repuso Okura entre desesperado e indignado—, con su permiso querría pedir al señor Taniguchi si se atreve a negar que esa reunión tuvo efectivamente lugar en el portón del segundo patio de armas, después de que mi hermano fuera testigo directo de ella.
—Por supuesto que lo niego —contestó Taniguchi con enervante tranquilidad. El veterano samurái dirigió una leve sonrisa a Okura mientras este apretaba los dientes con fuerza para contener la rabia.
Sin embargo, la airada defensa de Okura había logrado sembrar la duda en el señor Onoue. Este exhaló un suspiro y se retiró unos instantes para debatir con sus consejeros. Luego se dirigió a todos los presentes:
—Señores, creo en las palabras de los samuráis de Hosokawa, aunque parece que no pueden explicar la presencia de la dama Shinobu en el torreón anoche. Me temo que para llegar al fondo de este asunto es primordial encontrar a mi hijo Harunobu. Me han informado de que ni siquiera sus sirvientes personales saben dónde está. Por tanto, les ruego que cada comitiva designe a cinco voluntarios que podrán salir del castillo para colaborar en su búsqueda. Si lo encuentran, tráiganlo de vuelta cuanto antes. Así podrá ofrecer su versión de los hechos y tal vez se pueda esclarecer el caso.
Okura, Togama y Kyosuke intercambiaron miradas con Morozumi. En la otra mitad de la sala, Taniguchi, Akira y sus hombres hacían lo mismo. Los representantes de ambas delegaciones prometieron ayudar a Onoue y enviar a un grupo a buscar al heredero. Luego se terminó la reunión y cada delegación abandonó la sala por puertas distintas. Morozumi alabó las intervenciones de Okura y le ordenó encabezar el grupo de búsqueda.
Por su parte, Ake fue a mezclarse con los soldados rasos de la guarnición del castillo y, al escuchar sus conversaciones, confirmó que la trampilla de la sala por dónde habían entrado los ninjas daba a un túnel subterráneo que conducía al exterior de las murallas. Al mismo tiempo, vio un grupo de cinco jinetes de la comitiva ishizaki salir al galope del castillo, liderados por Ishizaki Akira. Ake regresó rápidamente a informar a sus superiores y estos se alarmaron: era evidente que sus odiados enemigos sabían dónde estaba Harunobu, ya que había urdido aquel ataque nocturno con ellos para matar a su padre y a la vez inculpar a Shinobu y a Hosokawa. ¡Y ahora los Ishizaki sin duda pretendían silenciarlo para evitar que los delatara!
* * *
Aquí termina este relato de la campaña. ¿Qué te ha parecido el papel de Ake? ¿Y qué ocurrirá en el siguiente episodio? ¿Lograrán nuestros samuráis favoritos encontrar a Harunobu antes que los jinetes ishizaki? No te pierdas el próximo relato de Samuráis de Suruga, porque habrá persecuciones, un poco de magia y, sobre todo... ¡rodarán cabezas!
¿Quieres saber cómo fue la partida de Mythras que generó este relato? Lee las notas del máster para ver cómo fue todo desde el otro lado de la pantalla. :-)
Ake fue el resultado de varias circunstancias durante esa sesión de juego: 1) no me apetecía nada luchar 2) quería llevar a un personaje muy distinto a Kawazu 3) iba a ser un personaje temporal.
ResponderEliminarHubo momentos en que pensé seriamente en esconderme en un armario, pero el máster ni de coña me hubiera dejado quedarme ahí mucho tiempo así que lo descarté XD Me lo pasé muy bien llevando a Ake y me hubiera gustado seguir la campaña con él, pero era insostenible incluso a corto plazo llevar a alguien así con la cantidad de piños que solía haber. ¡Ya fue un milagro que lograra eludir tantos combates y no quedar en evidencia!
No sólo no quedó en evidencia... quedó como un héroe! xD
EliminarAl principio el resto de jugadores (y yo) nos quedamos a cuadros con la reacción de Ake, porque nadie nos había avisado de que era un cobarde. Hubo miradas de odio que decían «como muramos en este combate y no nos ayudes, verás».
EliminarAke lo mantenía bien oculto :P Si hubiera luchado, hubiera pasado sin pena ni gloria como un PNJ de bulto más hehe.
EliminarRecurdo la tensión de esta sesión. Además, fue un punto de inflexión para Okura, empezó a mostrar sus dotes políticas y oratorias.
ResponderEliminarPor mi parte Togama aprovechó sus habilidades karatekas :P.
¡La verdad es que sí! ¡Se vio que sin tu bo seguías dando hostias como panes!
EliminarEl duelo dialéctico entre Okura y los Ishizaki fue genial. Si tuviera que quedarme una sola escena de toda la campaña, creo que elegiría esa.
¡Qué ganas tenía de leer la continuación de la campaña, después de tantos meses!
ResponderEliminar¡Gracias por leernos, Cubano! :_)
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