martes, 24 de agosto de 2021

Samuráis de Suruga (XVII): Intrigas y susurros

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He aquí un nuevo relato de la campaña Samuráis de Suruga que dirigí con Mythras. Como siempre, el cronista de la casa se ha hecho de rogar, pero finalmente ha redactado los acontecimientos siguientes a partir de las extensas notas que fue tomando durante las partidas. En este capítulo, ahora ya sin Kawazu (ver final del capítulo anterior), los protagonistas inician el viaje que el daimio les propuso en el episodio XV, como escoltas de la dama Shinobu hasta la provincia del norte, gobernada por el clan Onoue, para participar en la negociación de una tregua con el clan Ishizaki. 

Procesión de samuráis a caballo, xilografía de Chikanobu Toyohara (retocada)

Un día después de haber vuelto de las termas, los tres samuráis se unieron a la comitiva que Hosokawa había preparado para dirigirse a la provincia vecina del norte. El grupo estaba liderado por Morozumi Yasuichi, el hombre de confianza de Hosokawa, y se componía de una cincuentena de efectivos entre los que se contaba la dama Shinobu, junto con sus criadas y ayudantes, y unos cuantos samuráis y soldados de infantería como escolta. Necesitarían los mejores guerreros y negociadores para triunfar sobre la comitiva de los Ishizaki que también iba a estar presente en Shinano. Y es que, aunque el pretexto del viaje era negociar una tregua con los Ishizaki en territorio neutral, el objetivo real de Hosokawa consistía en ganarse el favor y la alianza de los Onoue, ya que contaban con una gran provincia y muchísimas tierras de cultivo.

El daimio de Shinano, Onoue Harunaga, había sido muy astuto al ofrecerse como parte neutral para facilitar las negociaciones. De esta manera se aseguraba aliarse con quien le fuera más provechoso mientras dejaba que el otro se marchara con el honor manchado por el fracaso. El bando que fuera rechazado como aliado de los Onoue se vería en una posición muy peligrosa ya que, pese a la tregua que iban a firmar Hosokawa e Ishizaki, ganar un aliado podía significar decantar la balanza definitivamente hacia un lado u otro.

Hosokawa ya había pensado en esto. De hecho, los enviados principales de la comitiva ya formaban parte de su plan. Morozumi era un general astuto y el principal encargado de la negociación. Por su parte, Shinobu actuaría como su ayudante. En realidad, su papel como ayudante había empezado semanas atrás. Hosokawa le había encargado en secreto descubrir las intenciones del hijo del señor Onoue, quien se creía que era partidario de aliarse con los Ishizaki. Por ello, su función había consistido en proporcionarle información sobre los planes de los Ishizaki que esperaba obtener de Harunobu (ver capítulo XV). Por otro lado, el argumento que iba a usar Morozumi para convencer a Onoue era muy sencillo: ¿para qué querría alguien aliarse con quien había usado la hechicería para lograr lo que no había conseguido con medios convencionales? Es solo una cuestión de tiempo que la usen contra ti. Y si el argumento de la confianza no funcionaba, siempre quedaba el dinero. Ofrecer comercio entre provincias a precio reducido siempre era una baza valiosa. 

Hosokawa esperaba que con eso bastara para convencerle porque, de lo contrario, poco más tenía para ofrecer. Su provincia no era muy grande y su mitad norte la ocupaba una gran zona montañosa que le restaba espacio para tierras de cultivo. Por otra parte, podía tener a los Ishizaki llamando a su puerta en cualquier momento y no se podía permitir una guerra como la que había acabado con su hermanastro, el difunto señor Tadano

Morozumi se puso a la altura de los samuráis de la familia Kuroki mientras avanzaban y les dijo:

—Sed lo más cautelosos posible. No me fío nada de los Ishizaki. No me sorprendería encontrarnos con alguna sorpresa por el camino o alguna traición mientras estemos en tierras de los Onoue.

Los tres asintieron y desde ese momento pusieron todos sus sentidos alrededor del camino que los llevaría a lo largo de tres días a la fortaleza de Ogaki-jo.

Durante la primera jornada pasaron junto al desvío hacia las aguas termales de Komatsu donde un par de días atrás habían perdido los sirvientes. Sin embargo, esta vez no ocurrió nada fuera de lugar. Al día siguiente iniciaron el ascenso por los tortuosos caminos a través de las montañas del norte. Finalmente, la mañana del tercer día alcanzaron el paso de montaña que hacía de frontera natural con la provincia del norte y más adelante pudieron ver el acceso fortificado del clan Onoue. Justo en ese punto, otro camino procedente del este se unía al suyo. Y allí se encontraron de lleno con la comitiva ishizaki que venía por ese otro camino. Al instante, todo el mundo se llevó la mano a la empuñadura de las espadas y parecía que se iba a producir un combate allí mismo. Morozumi y Taniguchi Sadahiro, el líder de la expedición ishizaki, hicieron virar a sus caballos y mandaron a sus respectivos guerreros mantener la calma, los cuales obedecieron lentamente y sin apartar la vista los unos de los otros. Sin embargo, uno de los guerreros ishizaki avanzó su caballo unos pasos y esbozó una mueca burlona.

—Vaya, vaya, qué ven mis ojos... ¡Pero si es Okura y los demás perros Tadano! Así que conseguisteis huir como cobardes, ¿eh? Lástima que no cayerais junto al castillo. Habría puesto vuestras cabezas junto a la de vuestro hermano mayor.

Aquellas duras palabras fueron acompañadas de algunas risas de los samuráis de su bando. Okura avanzó su caballo la misma distancia que aquel jinete ishizaki y descubrió para su sorpresa que se trataba de Ishizaki Akira, hijo del señor Ishizaki y el rival de su hermano mayor durante el duelo previo a la batalla del castillo de Numazu.

—Sí, lástima que no fuera yo el que se enfrentó en duelo contigo. No estarías hablando ahora mismo —le espetó Okura con una rabia apenas contenida.
—¡Ja! Eres muy gallito cuando no estás en campo de batalla —repuso Ishizaki—. Seguro que huirías otra vez con el rabo entre las piernas. Parece que es lo único que sabes hacer.
—Parece que lo único que sabéis hacer vosotros es usar la magia negra para ganar.


Después de aquello se hizo el silencio durante unos largos y pesados instantes. Akira aguantó impasible la mirada de Okura y, cuando ya parecía que iba a volver de nuevo con su comitiva, esbozó una sonrisa y añadió en voz baja:

—Por cierto, saludos de tu hermana Ayumi, mi querido... cuñado.

Esto cogió totalmente desprevenido a los tres jóvenes Kuroki. Además de sus padres y tíos, durante su huida del castillo de Numazu, tres años atrás, también habían dado por muertas a las tres hermanas de Okura y Kyosuke (primas de Togama). Sobrecogido por la noticia de que su hermana Ayumi aún vivía, Okura solo pudo articular un «¿qué?». Pero se recompuso rápidamente y le contestó:

—No sé que tretas habrás urdido para conseguir estar con ella, pero sin duda se merece a alguien mejor que tú. 

Akira hizo ademán de contestar, pero en ese momento se oyeron cascos de caballo acercándose. Un grupo de jinetes con el estandarte de Onoue se aproximaba rápidamente. Se presentaron ante las dos comitivas como los enviados para escoltarlos a la fortaleza de Ogaki-jo y, al ver que ninguno de los dos grupos iba a ceder el paso al otro, el líder de la avanzadilla sentenció:

—Es mi deber anunciarles que cualquiera que desenvaine la espada debido a rencillas ajenas a esta reunión será castigado con la muerte. Estas no son sus tierras y deberán respetar el hogar de su anfitrión.

Morozumi y Taniguchi y todos los samuráis bajaron sus cabezas en señal de aceptación. El samurái de Onoue prosiguió:

—Para que no haya malas intenciones al dejar pasar primero a unos u otros, propongo decidirlo con una moneda a cara o cruz.
—Me parece bien. Elijo cara –dijo Taniguchi.

Llamaron a uno de los criados de los Hosokawa y trajo una moneda. Morozumi dejó que el comandante del grupo de Ishizaki la inspeccionara para comprobar que no había trampa y el criado lanzó la moneda al aire. Todos los ojos se fijaron en la trayectoria de la moneda. Cuando empezaba a caer, el criado la atrapó con las palmas de las manos como si matara a una mosca y mostró la moneda con la palma derecha hacia arriba. Todos se estiraron el cuello desde sus caballos para ver el resultado. El criado se situó entre los dos comandantes y mostró la palma de su mano: cruz.

—Lástima que no podáis alterar el resultado de la suerte con vuestra magia negra, ¿eh, Akira? —dijo Okura con toda la sorna posible. Akira le aguantó la mirada, impasible, con los ojos entrecerrados y sin decir nada. Finalmente, se dio la orden de avanzar mientras los ishizaki esperaban su turno.

No tardaron en descender del paso y llegar a la fortaleza de Ogaki-jo. Estaba situada en medio de un amplio valle que se extendía hacia el norte y estaba rodeada de un foso de agua y doble muralla, lo cual le proporcionaba una posición táctica muy ventajosa, aunque no fuera muy grande.

Después de dejar a los caballos en los establos del círculo exterior, fueron conducidos a las habitaciones de huéspedes situadas en uno de los lados del círculo interior de la fortaleza. Los Ishizaki se hospedaron luego en el extremo opuesto del patio de armas para preservar la paz entre ambas comitivas. El resto del día se reservó para el descanso de ambas partes con la posterior cena formal, la cual transcurrió con bastante calma y sin sobresaltos. Al finalizar, todo el mundo se retiró a sus aposentos asignados para reponer fuerzas para las negociaciones del día siguiente.

Durante la primera noche, Okura y los demás oyeron cómo Shinobu salía de su habitación sigilosamente en dirección a la zona residencial central de la fortaleza. Una de sus damas de compañía, Kaori, vio salir a los samuráis y les dijo que su señora se iba a una reunión. Sin más explicaciones que esa, los samuráis volvieron a sus habitaciones, con sospechas de con quién iba a reunirse.

A la mañana siguiente, después del almuerzo, empezaron las negociaciones. Los líderes de cada comitiva, Morozumi y Taniguchi, se reunieron con el señor Onoue en la sala de audiencias mientras el resto tenían el día libre. Shinobu comunicó a sus guardianes que la acompañaran hasta el jardín, donde quería dar un paseo. Pidió a sus escoltas que esperaran con ella. Así hicieron hasta que al cabo de un rato apareció Onoue Harunobu, el hijo del daimio, y se alejó con Shinobu para dar un paseo por el jardín. Kyosuke y los demás les dejaron a solas a fin de preservar su intimidad, pero cada vez les preocupaba más el supuesto idilio que vivía la pareja. Sin embargo, su honor les impedía decir nada de ello a nadie y se quedaron montando guardia hasta que la pareja regresó al cabo de un tiempo.

Más tarde, al volver de la primera fase de las negociaciones, Morozumi vio al grupo que regresaba y aprovechó que Shinobu estaba con los samuráis para convocarlos a todos a una reunión, aunque primero pidió a la dama que esperara en sus aposentos. Una vez a solas con los tres samuráis Kuroki, el hombre de confianza de Hosokawa les puso al corriente sobre cómo había ido el primer día de negociaciones:

—De momento, parece que a Onoue le interesa seguir neutral y escuchar las ofertas de cada bando. Taniguchi está ahora mismo con él, vertiéndole veneno en la oreja, hablándole de riquezas y títulos. Si eso no funciona, serán amenazas. Pero cuando le mencioné la oferta comercial del señor Hosokawa, Onoue fue algo rápido en descartarla. Dudo que los Ishizaki puedan ofrecerle algo mejor hasta que las cosechas estén listas este año, pero si Taniguchi sabía lo que íbamos a proponer, podría estarle haciendo ya una contraoferta. Creo que alguien le puede estar filtrando información a Onoue.

Morozumi dijo la última frase con un tono furtivo, mientras estudiaba con atención las miradas de sus subalternos. Los tres se miraron entre sí sin decir una sola palabra.

—¿Pero quién, señor? —preguntó Okura.
—No lo sé —respondió Morozumi. Siguió fijándose en sus expresiones y al ver que no decían nada más, prosiguió—: Y eso es lo que quiero que averigüéis. Daos una vuelta por ahí, a ver si conseguís ver o escuchar algo. Informadme de cualquier cosa que descubráis.

Los tres salieron de la habitación y emprendieron una vuelta por la fortaleza, ojos y oídos avizor. Togama fue a visitar los santuarios de la familia Onoue, Okura se dirigió de nuevo al jardín y Kyosuke se quedó vigilando el patio de armas.


Durante la tarde, Kyosuke observó que Harunobu se dirigía a solas y apresuradamente a la puerta principal de la muralla interior y decidió seguirlo a una distancia prudente. En la parte superior cubierta del portón le esperaba Taniguchi rodeado de algunos de sus hombres. Acercarse a ellos era difícil, pero Kyosuke logró ocultarse bajo las escaleras, y por una rendija de los tablones de madera vio que Taniguchi le entregaba un pergamino a Harunobu. Kyosuke no oyó la mayor parte de la conversación, ya que hablaban en susurros, pero sí logró captar las últimas palabras mientras los otros se iban cada uno por su camino. «Ya sabes qué hacer...», escuchó que Harunobu le decía a Taniguchi.

Kyosuke se alejó de allí antes de que nadie lo descubriera y terminó su paseo por la parte exterior de la fortaleza. Mientras tanto, Okura buscaba por el jardín, temiendo encontrar a Shinobu en brazos de Harunobu de nuevo. Al pasar al lado de un samurái onoue que montaba guardia, le dijo que se mantuviera alerta. El otro samurái le miró extrañado pero asintió. No había mucha gente en el jardín pero Okura se paseó por la zona igualmente hasta que se sentó en un banco de piedra en una zona apartada. Se dedicó a observar a cada una de las personas que deambulaban, memorizando sus caras. Al cabo de unos minutos se le acercó un samurái onoue con ropas de cortesano y se sentó a su lado.

—Bonito jardín, ¿eh? —le preguntó el samurái desconocido. Okura se volvió para mirarle y vio a un hombre de unos cuarenta y tantos años, quizás algunos más. Las arrugas de su cara resaltaban sus facciones. Preso por la curiosidad ante este acercamiento inesperado, Okura decidió darle cuerda a la vez que desviaba la mirada del samurái.
—Sí, no está mal —respondió. Pasaron unos cuantos segundos y el otro samurái siguió hablando.
—¿Qué le parecería hacerse con esta fortaleza? —preguntó de repente. Okura se volvió al instante.
—¿Cómo dice?
—Ya lo ha oído. El señor Onoue está aprovechando este encuentro para escoger al mejor aliado para su guerra en el norte. Algunos clanes vasallos como el mío, digamos que... creemos que está conduciendo la provincia a la derrota. Estamos planeando alzarnos contra él. Pero nos faltan tropas. A cambio de unos cuantos efectivos, podríamos dejarles esta fortaleza para ustedes. Sería una magnífica extensión para su frontera. ¿Qué me dice?

Okura se quedó desbordado ante la súbita revelación de los planes de rebelión dentro del mismo clan Onoue. Había oído a hablar un poco de la guerra que los Onoue mantenían con la provincia que estaba más al norte, pero desconocía la inestabilidad entre los clanes vasallos de Onoue. Se tomó unos segundos para procesar la oferta y luego su habilidad política entró en juego.

—Vaya... He de admitir que me ha dejado sin habla.
—Lo entiendo, no se preocupe —dijo el samurái onoue—. También entenderé que no me pueda dar una respuesta ahora mismo.
—Sí, en efecto. Esto primero lo tengo que comentar con el representante de nuestra comitiva, el señor Morozumi y luego con el daimio de nuestra provincia. Eso sí, puede estar seguro de que este encuentro será tratado con la máxima confidencialidad.
—No esperaba menos de alguien como usted. Bien, esperaré su respuesta pacientemente. Considérela bien e infórmeme con una carta al comercio de cerámica del pueblo extramuros. Es un bonito jardín, ¿verdad? —volvió a preguntar. Y sin esperar respuesta, se levantó y se fue tranquilamente, dejando a un anonadado Okura sentado en el banco y mirando cómo se alejaba.

Cuando la tarde daba lugar a la noche, los Kuroki se reunieron de nuevo con Morozumi en su habitación, donde le contaron todo lo descubierto excepto el tema de la rebelión dentro de los Onoue. Creyeron que Morozumi ya tenía suficiente entre manos como para encima estar pendiente de una posible rebelión.

—Buen trabajo, señores Kuroki. Eso solo hace que confirmar mis sospechas acerca de los Ishizaki. Sin embargo, no puedo hacer ninguna acusación ya que no tenemos pruebas. Solo podemos aumentar aún más nuestra cautela, permanecer cerca de nuestras habitaciones y de la dama Shinobu, sobre todo de ella hasta que partamos de vuelta a Suruga. A partir de ahora montaréis guardia siempre que podáis frente a la habitación de Shinobu. Empezad ya hasta la hora de la cena.

Así hicieron hasta que un sirviente les avisó de que la cena estaría lista en breve y los cuatro, Kuroki y Shinobu, fueron a cenar. La segunda cena, servida con deliciosa comida y bebida, transcurrió sin problemas de nuevo y todo el mundo se retiró luego a sus estancias.

Cuando la mayoría de residentes de la fortaleza ya dormía, los Kuroki oyeron unas pisadas aproximándose a la habitación de Shinobu. La puerta se abrió y se pudieron oír unos murmullos. Luego se volvió a oír cómo la puerta se deslizaba de nuevo y alguien salía. Okura y Kyosuke sacaron la cabeza por la puerta para ver quién era y vieron a Shinobu alejarse en dirección a las dependencias de los Onoue.

—Dama Shinobu, ¿adónde se dirige a estas horas? —susurró Okura.
—Oh, eh, voy a reunirme con el señor Harunobu —respondió sobresaltada.
—Dama Shinobu, como encargados de su protección, le tenemos que pedir que no vaya a reunirse con él. Su vida puede estar en peligro —argumentó Okura.
—Oh, señor Kuroki, siempre tan preocupado por mí. Entiendo nuestra situación con los Ishizaki pero puede estar tranquilo. Harunobu siempre se preocupa por mi seguridad cuando estoy reunida con él.
—Dama Shinobu, yo... —Okura dejó escapar medio suspiro y esperó en silencio a que Shinobu cediera. No quería alzar la voz para no despertar a todo el mundo. Pero Shinobu no se dio por vencida.
—Kurokis, si vuestro deber no os permite dejarme ir sola, entonces acompañadme hasta la habitación donde me ha citado —dijo Shinobu con expresión triunfante y media sonrisa, ocultada por la falta de luz.
Okura suspiró de nuevo con resignación, agachó la vista al suelo, miró a su hermano sin decir palabra, volvió a bajar la vista, abatido, y levantó la mirada de vuelta a la dama Shinobu.
—Está bien. Espere un momento, por favor.


Okura y Kyosuke despertaron a Ake, el guerrero de infantería de la comitiva de Hosokawa a quien se le había asignado la misma habitación que a ellos, y le pidieron que les acompañara. Entonces todos se ciñeron su wakizashi y salieron al porche, donde un sirviente de Onoue, provisto de un farolillo, les esperaba junto a Shinobu. Los cuatro siguieron al sirviente tras la dama y pasaron por delante de guardias onoue apostados en las habitaciones centrales. Finalmente, llegaron ante una puerta corredera que el sirviente abrió para dejar paso a Shinobu. Dentro vieron a Harunobu, solo, sentado en una estancia pequeña junto a una mesa con un juego de té. Harunobu saludó a la comitiva con una inclinación de cabeza y esperó a que Shinobu entrara.

—¿Lo ven? —susurró Shinobu—. No ha habido problema. Aunque si siguen insistiendo, pueden esperar aquí fuera hasta que haya terminado. No deben preocuparse por alguien tan insignificante como yo, les llamaré si les necesito.

Los cuatro vieron como Shinobu entraba y cerraba la puerta tras de sí. Luego tomaron posiciones. Togama se situó frente a la puerta de entrada a las dependencias de los Onoue, Okura se sentó justo delante de la puerta por donde había entrado la dama, mientras que Kyosuke y Ake se pusieron cada uno en una punta del pasillo, el cual tenía forma de «L» e intercambiaron miradas con los guardias de Onoue que había apostados cerca. Pasó un buen rato en el que lucharon contra el sueño para mantenerse alerta. A través de las paredes de papel solo se escuchaban leves susurros de vez en cuando. De repente, se oyó un leve impacto de algo que picaba contra madera. La dirección del sonido provenía desde algún lugar cercano, pero ninguno de los tres pudo determinar dónde. Temiendo que viniera de la habitación donde estaba Shinobu, Okura no pudo aguantar más y abrió la puerta corredera. Al mismo tiempo que miraba a su interior, los cuatro oyeron un fuerte grito procedente de donde estaban apostados los guardias de Onoue:

—¡¡¡Nos atacan!!!


*   *   *


La aventura continúa en el próximo capítulo: Ataque sorpresa y duelo verbal, ¡no te la pierdas! Espero que te haya gustado este relato. ¿Qué te ha parecido de momento? ¿Y qué crees que ocurrirá ahora? ¡Dímelo en un comentario y a ver si aciertas! ;-D

También puedes leer las notas del máster sobre las partidas del juego de rol Mythras que dieron lugar a estos relatos, con comentarios sobre las reglas que se usaron y qué tal salió todo.

5 comentarios:

  1. Estoy deseando leer la siguiente entrada. Por fin el valiente e intrépido Ake tendrá la oportunidad de sacar lo mejor de sí y demostrar su valía.

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  2. Que buenos recuerdos traen cada crónica de esta campaña :)

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    Respuestas
    1. Vaya, me alegro. #^_^#
      En el siguiente capítulo va a pasar de todo, ¿eh?

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    2. Las siguientes sesiones fueron un punto de inflexión para varios personajes. Diría que todos menos Togama (que no importa, tuvo sus propios momentos).
      Creando expectación :D.

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