La edición de 2018 tuvo lugar durante el fin de semana del 20 al 22 de octubre. En principio es solo un fin de semana, desde el viernes por la tarde hasta el lunes después de desayunar. También es posible ampliar la estancia durante los tres días anteriores al viernes. Me han dicho que durante esos días el ambiente es mucho menos bullicioso y más relajado. En mi caso, me limité al fin de semana y ya me considero afortunado con eso. A continuación voy a relatar cómo llegué al lugar y lo que hice el viernes.
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Si has leído la crónica que escribí sobre The Kraken 2016, sabrás que, como en esa ocasión me apunté a última hora, tuve que conformarme con dormir en una minitienda de campaña. Por suerte, esta vez fue diferente y dormí bajo techo y sobre una cama. Sin embargo, la llegada al Schloss Neuhausen, el palacete renacentista donde se celebran las jornadas, fue toda una ordalía. Supongo que, como en la primera ocasión, fue la forma que tuvo el destino de compensarme por haberme apuntado, de nuevo, en el último minuto. Si no te interesan lo más mínimo mis desventuras, puedes saltarte el siguiente párrafo y pasar directamente a Lo que hice el viernes, más abajo.
Del aeropuerto de Berlín Schönefeld sale un autocar a las 16:00 para llevar a la gente que llega en avión hasta el lugar de las jornadas. Esta vez, sin embargo, solo podía gastar un día de vacaciones en estas jornadas, así que me pedí vacaciones el lunes. El viernes, por tanto, fui a trabajar y por la tarde pillé el avión hacia Berlín. El vuelo llegaba allí a las 19:20, por lo que, como ya no llegaba a tiempo de coger el autocar, reservé un coche de alquiler para desplazarme hasta Berge, el pueblecito donde se alza el «Schloss». Del aeropuerto hasta allí poco más de una hora y media en coche según Google Maps, así que, bueno, me iba a perder la cena, pero contaba con poder llegar holgadamente antes de las 22:00, que es cuando se inician las inscripciones a las partidas. ¿Qué podía salir mal?
Espera, espera. Creo que estoy creando demasiadas expectativas. Para rebajarlas, mejor digo ya que no, no estrellé el coche contra ningún camión. Ni siquiera me perdí y acabé en... Rostock, por ejemplo. Nada de eso. Sin embargo, bajo mi apariencia de persona tranquila y sosegada soy una persona estresada, así que esos desastres con los que he iniciado el párrafo me pasaban por la cabeza constantemente durante toda la semana previa al viernes. Incluso me pasaban por la cabeza mientras subía al avión. Y más tarde incluso mientras me subía al coche de alquiler y recorría las oscuras autopistas alemanas. Para rematarlo todo, el vuelo de Ryanair salió con retraso. Tooma 80 minutazos de retraso. Así pues, iba a aterrizar en Berlín no a las 19:20, sino más bien a las 20:40.
A pesar de todo, todavía albergaba esperanzas de llegar a tiempo a la inscripción de las partidas. Qué iluso. Total, aterrizamos, me subo al coche y me monto a toda prisa todo el aparato GPS que me había preparado. Como el sujetador de la tableta no me funciona a la primera, opto por dejarla apoyada sobre la radio, que parece que se aguanta bien y tengo que salir ya para poder llegar a tiempo. Ya hace horas que es de noche. Finalmente, arranco el motor.
¡Piiiiiiiiiip!
Mierda, en el salpicadero se acaba de encender una luz roja con un símbolo de exclamación. ¿Será que al Fiat Panda le falta líquido refrigerante? Puede ser peligroso, pero... ¡es muy tarde! ¡no tengo tiempo! Decido jugármela y partir en dirección al Kraken. Total, «seguro que no es nada...» me digo a mí mismo (niños: no hagáis esto).
A todo esto, mi nivel de estrés ha aumentado otro tercio, y por la cabeza me pasan ahora nuevos posibles desastres que se unen a los ya imaginados. Aun así, salgo finalmente del aeropuerto y enfilo por la autovía respetando el límite de velocidad en todo momento. Es de noche, voy por carreteras desconocidas y esa mañana me había levantado a las 6 para ir a trabajar. Para evitar que se me cierren los ojos sin querer, voy dando sorbos a una coca-cola con cafeína. Por la radio solo se escucha música de raperos turcos. Al cabo de un rato, pienso que me encantaría cambiar de dial, pero como la tablet con GPS está tapando los botones de la radio, no me atrevo a hacer malabarismos con la mano derecha.
Fast-forward 40 minutos hacia adelante: sigo por la autopista y descubro un obstáculo del que Google Maps ya me había avisado días antes al consultar la ruta: hay obras. Pensaba que solo iba a ser un tramo corto, pero no, cada 15 minutos las señales te obligan a reducir a 30km/h y los cuatro carriles se reducen a uno muy estrecho flanqueado por vallas, que se alarga de forma enervante. «Ahora sí que ya no llego», pienso con resignación, sobre todo porque la app de GPS te indica la hora a la que se supone que vas a llegar, y esta no para de avanzar hacia el futuro. Pese a todo, una buena noticia: acabo de descubrir los mandos que me permiten manipular la radio desde el volante, y por fin puedo dejar de oír la música turca y poner algo más de mi gusto.
Unos 60 minutos más tarde ya he abandonado la autopista y circulo por carreteras secundarias. Por ahí ya ando totalmente en solitario. La carretera serpentea por un bosque oscuro de árboles muy altos. Más allá, empiezo a pasar por pueblos y prados y tramos de carretera flanqueados por árboles retorcidos. En uno de estos, me fijo en la luna, que presidiendo el cielo frente a mí, sobresale de entre las nubes como una pálida vampiresa que me observa con desinterés. De pronto, el trozo de carretera que iluminan los faros del coche se llena de una visión fantasmagórica: lenguas de neblina lechosa surgen del suelo y de entre los árboles por ambos lados, como si fueran telarañas o garras traslúcidas que tratan en vano de detener mi avance. Unas se apartan con desgana y otras las atravieso. «Cuando lo cuente, no me van a creer», pienso.
Pese a la negrura que me envuelve, me anima el pensar que ya queda poco para llegar a la meta. Son las 11:30. Pasada de lejos la hora de inscripción, mi objetivo ahora se limita a llegar a tiempo para no encontrarme con la puerta del lugar cerrada en los morros. A los desastres que pasan por mi cabeza se le suma el de tener que pernoctar en el coche. Llegan las 11:45, el GPS dice que solo faltan unos 14 minutos para llegar a la meta. Me entran muchas ganas de orinar. ¿Paro y meo aquí mismo? A medio decidir, detengo el coche en una calle desolada y oscura junto a una urbanización de casitas con jardín. ¿Seguro que voy por buen camino? Bueno, creo que aguanto, así que vuelvo a ponerme en marcha, pero primero consulto el GPS. Agh, solo faltan 15 minutos, ¿por qué te has parado? Como me he apartado un poco de la carretera, el GPS me hace dar una vuelta por las calles de la urbanización antes de retomar el camino. Pierdo un tiempo precioso. Por cierto, no se ve ni un alma. No hay bares, ni abiertos ni cerrados. No se ve ninguna luz a través de las ventanas de ninguna de las casas.
Sigo el camino a toda pastilla. Ya queda muy poco. Finalmente, llego al fin de la ruta. Pero ¿dónde narices está el «Schloss Neuhausen»? Confío en que encontraré alguna indicación en el pueblo. Y sí, encuentro una y sigo por allí, pero minutos más tarde, veo que estoy saliendo del pueblo. Aun así, pruebo a ver si un poco más allá. Me canso y vuelvo hacia atrás, y entonces veo otra indicación donde se lee «Schloss Neuhausen», indicando en la dirección que voy. Son las 00:19. Vuelvo a encontrarme con la primera indicación. ¡Rayos! ¿Dónde demonios está el palacete? ¡No puede ser tan difícil! ¡Me voy a tener que quedar a dormir en el coche! Y, tras unos segundos más de desesperación absoluta, caigo en la vergonzosa evidencia. Y esta me dice: «apreciado atontado de la vida, ¿no te acuerdas que cuando has salido a toda prisa del aeropuerto solo has marcado al GPS que te indicara la ruta hasta el pueblo?». Y yo: «sí, ¿y?». Y la evidencia: «pues... ¿y si le añades ahora la calle y el número de la dirección que traes apuntada en la libreta...?».
En fin. Poco más tarde aparco el coche frente al edificio de The Kraken y me dirijo a la entrada. La puerta principal está abierta, por suerte. Respiro de alivio: YA HE LLEGADO. Uf. Por cierto, ¿dónde está el WC?
En el distribuidor me topé con Risto, un finlandés que en ese momento se encargaba de recibir a los asistentes en el puesto de información, aquí llamado «Info Shrine». Risto me preguntó mi nombre y qué tipo de alojamiento tenía reservado. En estas jornadas hay tres tipos: la acampada que viví en la edición de 2016, cómodas habitaciones dobles o el llamado «Snoratorium». Esta última opción es la más barata para dormir bajo techo y allí me había hecho un hueco Fabian, el organizador jefe de las jornadas, cuando le había preguntado semanas antes si todavía estaba a tiempo de asistir. Me imaginaba que sería una habitación estrecha repleta de literas donde me habrían preparado un plegatín. Pero no, era una habitación enorme, creo que en realidad es una suite, donde habían añadido un montón de plegatines. Intentando no hacer ruido para no despertar a quienes ya dormían, Risto me indicó cuál era mi cama, dónde estaban los lavabos y dónde se servía el desayuno a la mañana siguiente. También me dio un sobre con información práctica sobre las jornadas. Fíjate:
Risto Welling es un habitual de las jornadas The Kraken desde hace muchos años. Siempre se trae sus hachas arrojadizas y ofrece clases de lanzamiento en el jardín a quien quiera aprender. Además, ya es tradicional que el domingo por la tarde haga creps con los hornillos que se trae en el coche desde Finlandia para dar de merendar a la gente. Por si fuera poco, esa noche cuando llegué estaba de voluntario en el «Info Shrine». Después de instalarme, me informó de que en la sala de al lado estaban pasando una de las películas de la colección de Sandy Petersen. Se titulaba The Stuff, y trata de un líquido viscoso que aparece en un pueblo y al principio la gente se lo come, pero luego este empieza a tomar el control de las personas y... Bueno, que no me convenció mucho, así que preferí ir a las tablas de los horarios de las partidas para ver en cuáles quedaban plazas para apuntarme.
A continuación puedes leer las charlas y las partidas a las que me apunté:
Sábado:
El sábado había una partida a la que tenía muchas ganas de apuntarme: una de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha dirigida por Jason Durall llamada The Dreaming Ruins.
9:00 - 10:00: Charla de Sandy Petersen: su proceso creativo a la hora de crear escenarios de La llamada de Cthulhu.
10:00 - 11:00: Novedades de Chaosium: Jason Durall, editor de la línea RuneQuest y Ian Cooper, editor de la línea HeroQuest, hablan de cómo está la cosa y próximas novedades.
11:00: Sorteo de participantes en cuatro partidas con los VIPS
11:00 - 12:00: Novedades de Chaosium: Lynne Hardy, subeditora de la línea de La llamada de Cthulhu habla de las próximas novedades.
14:00 - 18:00: After Dark. Partida de La llamada de Cthulhu 7.ª edición, dirigida por Lynne Hardy.
20:00 - 22:00: Starbrow's Revolt. Partida de un prototipo de juego de mesa sobre las Guerras de los Héroes de Glorantha, ideado por Risto Welling.
Sigue el enlace siguiente para leer la entrada sobre el sábado. O sigue leyendo esta, como quieras.
Domingo:
El domingo por la mañana había planificadas tres charlas. Una de Sandy Petersen en la que podías preguntarle cualquier cosa sobre los mitos de Cthulhu, y luego dos de Ian Cooper que pintaban bastante bien sobre cómo enmarcar los conflictos de HeroQuest y otra sobre cómo crear escenarios para HeroQuest Glorantha sin miedo a no ser 100% fiel a toda la información de trasfondo. Sin embargo, después de muchas dudas sacrifiqué todo eso para hacer lo siguiente:
10:00: Yozarian's Gang. Partida de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha, dirigida por un servidor (!). La misma que había dirigido Emod en El día de las runas. Y, por si acaso al final no se apuntaba nadie, me apunté a una partida que empezaba una hora más tarde:
11:00: Whitechapel Blackletter. Partida de El rastro de Cthulhu, dirigida por el veterano Nigel Clarke, quien ya me había dirigido una partida en la edición de 2016 (leer aquí).
17:00: The Golden Snake. Partida de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha situada en Esrolia y con muchas intrigas. Me apunté a esta, pero también a la siguiente que puedes ver abajo. Ya veríamos al final con cuál me quedaba dependiendo de si la partida de las 11:00 se alargaba mucho o no.
18:00: Gated! Partida de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha, que empieza con los personajes
como mercenarios contratados para proteger una caravana de mercaderes.
22:00: Partida improvisada de Evil High Priest, el nuevo juego de tablero de Sandy Petersen.
Sigue el enlace siguiente para leer la crónica de las partidas del domingo.
Una de las partidas que había expuestas me dejó extremadamente sorprendido. Era de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha y se titulaba simplemente: «DURULZ GAME». No me lo podía creer. Yo que me creía original por llevar a las jornadas una partida solo de patos, y ¡paf! ya había otro a quien se le había ocurrido exactamente la misma idea. El máster era el mismo Risto que me había recibido al llegar, así que cuando lo vi por ahí le pregunté con gran curiosidad de qué trataba la partida. Me contó que era una partida de patos inspirada en las aventuras de Robin Hood (!). Pero espérate, que eso no es todo. Dos semanas después de las jornadas, voy y me entero de que otra persona más había dirigido esa misma tarde una partida de patos. Un señor galés llamado Andrew Jones había dirigido la partida Ducks on the Red Moon con el reglamento de HeroQuest. Con ese título te puedes esperar algo muy raro. Pues efectivamente, porque trataba de un grupo de patos épicos que inician una búsqueda heroica para conquistar la luna roja (nada menos) y encontrar el legendario Huevo Dorado de donde nacerá el primer pato capaz de volar. Aparece el temible Pato Carmesí y todo... Qué pena no haber podido participar en esta soberbia y divertida parodia.
En fin, todavía estaba analizando a qué partidas apuntarme cuando apareció Fabian Küchler, motor principal de la organización de las jornadas, para saludarme. Creo que justo había terminado la sesión de cine, porque el salón principal se llenó de conversaciones de otras personas. Estuvimos charlando un rato y entre otras cosas estuvimos hablando de Greg Stafford, a quien él conocía muy bien, y me contó que tenía pensado hacer un pequeño homenaje al chamán durante las jornadas. Luego conocí a Chris Lemens, de Texas. Este señor forma parte del grupo de amigos de Sandy Petersen que suele testear sus juegos de tablero durante años antes de que salgan a la venta. En la recepción Sandy había dejado expuestas varias de las enormes miniaturas de The Gods War, el juego de tablero que por fin llegará a los mecenas este año o el que viene. Chris nos contó que durante las pruebas del juego siempre le había tocado jugar con la facción del Cielo, pero que el juego había evolucionado mucho desde sus orígenes, cuando solo tenía tres facciones entre las que escoger (!). Según nos dijo, entonces era mucho más difícil para Yelm ser rescatado del Inframundo.
De súbito, Fabian me puso un vaso en la mano que contenía un licor llamado «The Kraken». Me fijé en que la botella tenía efectivamente un pulpo dibujado con mucho estilo. Creo que era ron, pero muy dulce. Estaba rico. Brindamos y entonces me contaron la historia de los vasos de tubo de plástico como el que sostenía en la mano. Se ve que hace años, cuando las jornadas se llamaban Tentacles Con y se celebraban en un castillo a orillas del Rin, uno de los asistentes (cuyo nombre logro recordar) prometió traer vasos para poder hacer un pequeño taller de cócteles. Pero es que el tipo se trajo nada menos que 2000 vasos (!). Y así, desde aquel año, en todas las convenciones siguientes se intentan ir gastando esos vasos para tomar algunos tragos. Y aún quedan.
Poco después me retiré para ir a dormir. Estaba hecho polvo. Aun así, estaba emocionado por estar de nuevo en The Kraken y contento por haber podido hablar un poco con la gente pese a haber llegado tan tarde. A la mañana siguiente ya empezaba lo bueno.
¿Tú a qué te habrías apuntado? No te pierdas las siguientes dos entradas sobre las jornadas de rol The Kraken 2018. Explicaré con cierto nivel de detalle cómo fueron las partidas que jugué y todo lo demás. Sigue este enlace para seguir leyendo:
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Foto original de Graeme Murrell
La llegada
Si has leído la crónica que escribí sobre The Kraken 2016, sabrás que, como en esa ocasión me apunté a última hora, tuve que conformarme con dormir en una minitienda de campaña. Por suerte, esta vez fue diferente y dormí bajo techo y sobre una cama. Sin embargo, la llegada al Schloss Neuhausen, el palacete renacentista donde se celebran las jornadas, fue toda una ordalía. Supongo que, como en la primera ocasión, fue la forma que tuvo el destino de compensarme por haberme apuntado, de nuevo, en el último minuto. Si no te interesan lo más mínimo mis desventuras, puedes saltarte el siguiente párrafo y pasar directamente a Lo que hice el viernes, más abajo.
Del aeropuerto de Berlín Schönefeld sale un autocar a las 16:00 para llevar a la gente que llega en avión hasta el lugar de las jornadas. Esta vez, sin embargo, solo podía gastar un día de vacaciones en estas jornadas, así que me pedí vacaciones el lunes. El viernes, por tanto, fui a trabajar y por la tarde pillé el avión hacia Berlín. El vuelo llegaba allí a las 19:20, por lo que, como ya no llegaba a tiempo de coger el autocar, reservé un coche de alquiler para desplazarme hasta Berge, el pueblecito donde se alza el «Schloss». Del aeropuerto hasta allí poco más de una hora y media en coche según Google Maps, así que, bueno, me iba a perder la cena, pero contaba con poder llegar holgadamente antes de las 22:00, que es cuando se inician las inscripciones a las partidas. ¿Qué podía salir mal?
Para llegar a las jornadas de rol The Kraken 2018, lo más fácil es tomar el autocar, pero en coche tampoco es difícil.
Espera, espera. Creo que estoy creando demasiadas expectativas. Para rebajarlas, mejor digo ya que no, no estrellé el coche contra ningún camión. Ni siquiera me perdí y acabé en... Rostock, por ejemplo. Nada de eso. Sin embargo, bajo mi apariencia de persona tranquila y sosegada soy una persona estresada, así que esos desastres con los que he iniciado el párrafo me pasaban por la cabeza constantemente durante toda la semana previa al viernes. Incluso me pasaban por la cabeza mientras subía al avión. Y más tarde incluso mientras me subía al coche de alquiler y recorría las oscuras autopistas alemanas. Para rematarlo todo, el vuelo de Ryanair salió con retraso. Tooma 80 minutazos de retraso. Así pues, iba a aterrizar en Berlín no a las 19:20, sino más bien a las 20:40.
Mientras esperaba a poder despegar, aproveché para ir creando los personajes pregenerados de una partida que llevaba.
A pesar de todo, todavía albergaba esperanzas de llegar a tiempo a la inscripción de las partidas. Qué iluso. Total, aterrizamos, me subo al coche y me monto a toda prisa todo el aparato GPS que me había preparado. Como el sujetador de la tableta no me funciona a la primera, opto por dejarla apoyada sobre la radio, que parece que se aguanta bien y tengo que salir ya para poder llegar a tiempo. Ya hace horas que es de noche. Finalmente, arranco el motor.
¡Piiiiiiiiiip!
Mierda, en el salpicadero se acaba de encender una luz roja con un símbolo de exclamación. ¿Será que al Fiat Panda le falta líquido refrigerante? Puede ser peligroso, pero... ¡es muy tarde! ¡no tengo tiempo! Decido jugármela y partir en dirección al Kraken. Total, «seguro que no es nada...» me digo a mí mismo (niños: no hagáis esto).
A todo esto, mi nivel de estrés ha aumentado otro tercio, y por la cabeza me pasan ahora nuevos posibles desastres que se unen a los ya imaginados. Aun así, salgo finalmente del aeropuerto y enfilo por la autovía respetando el límite de velocidad en todo momento. Es de noche, voy por carreteras desconocidas y esa mañana me había levantado a las 6 para ir a trabajar. Para evitar que se me cierren los ojos sin querer, voy dando sorbos a una coca-cola con cafeína. Por la radio solo se escucha música de raperos turcos. Al cabo de un rato, pienso que me encantaría cambiar de dial, pero como la tablet con GPS está tapando los botones de la radio, no me atrevo a hacer malabarismos con la mano derecha.
Mientras tanto se celebraba la ceremonia de inicio de las jornadas y la presentación de los VIPS: Sandy Petersen, Jason Durall, Ian Cooper y Lynne Hardy. El hombretón de pie es Fabian Küchler, maestro organizador. Foto de Aliénor Perrard.
Fast-forward 40 minutos hacia adelante: sigo por la autopista y descubro un obstáculo del que Google Maps ya me había avisado días antes al consultar la ruta: hay obras. Pensaba que solo iba a ser un tramo corto, pero no, cada 15 minutos las señales te obligan a reducir a 30km/h y los cuatro carriles se reducen a uno muy estrecho flanqueado por vallas, que se alarga de forma enervante. «Ahora sí que ya no llego», pienso con resignación, sobre todo porque la app de GPS te indica la hora a la que se supone que vas a llegar, y esta no para de avanzar hacia el futuro. Pese a todo, una buena noticia: acabo de descubrir los mandos que me permiten manipular la radio desde el volante, y por fin puedo dejar de oír la música turca y poner algo más de mi gusto.
Unos 60 minutos más tarde ya he abandonado la autopista y circulo por carreteras secundarias. Por ahí ya ando totalmente en solitario. La carretera serpentea por un bosque oscuro de árboles muy altos. Más allá, empiezo a pasar por pueblos y prados y tramos de carretera flanqueados por árboles retorcidos. En uno de estos, me fijo en la luna, que presidiendo el cielo frente a mí, sobresale de entre las nubes como una pálida vampiresa que me observa con desinterés. De pronto, el trozo de carretera que iluminan los faros del coche se llena de una visión fantasmagórica: lenguas de neblina lechosa surgen del suelo y de entre los árboles por ambos lados, como si fueran telarañas o garras traslúcidas que tratan en vano de detener mi avance. Unas se apartan con desgana y otras las atravieso. «Cuando lo cuente, no me van a creer», pienso.
Mientras tanto, en The Kraken llega la hora de apuntarse a las diversas partidas ofertadas. Foto de Aliénor Perrard.
Pese a la negrura que me envuelve, me anima el pensar que ya queda poco para llegar a la meta. Son las 11:30. Pasada de lejos la hora de inscripción, mi objetivo ahora se limita a llegar a tiempo para no encontrarme con la puerta del lugar cerrada en los morros. A los desastres que pasan por mi cabeza se le suma el de tener que pernoctar en el coche. Llegan las 11:45, el GPS dice que solo faltan unos 14 minutos para llegar a la meta. Me entran muchas ganas de orinar. ¿Paro y meo aquí mismo? A medio decidir, detengo el coche en una calle desolada y oscura junto a una urbanización de casitas con jardín. ¿Seguro que voy por buen camino? Bueno, creo que aguanto, así que vuelvo a ponerme en marcha, pero primero consulto el GPS. Agh, solo faltan 15 minutos, ¿por qué te has parado? Como me he apartado un poco de la carretera, el GPS me hace dar una vuelta por las calles de la urbanización antes de retomar el camino. Pierdo un tiempo precioso. Por cierto, no se ve ni un alma. No hay bares, ni abiertos ni cerrados. No se ve ninguna luz a través de las ventanas de ninguna de las casas.
Sigo el camino a toda pastilla. Ya queda muy poco. Finalmente, llego al fin de la ruta. Pero ¿dónde narices está el «Schloss Neuhausen»? Confío en que encontraré alguna indicación en el pueblo. Y sí, encuentro una y sigo por allí, pero minutos más tarde, veo que estoy saliendo del pueblo. Aun así, pruebo a ver si un poco más allá. Me canso y vuelvo hacia atrás, y entonces veo otra indicación donde se lee «Schloss Neuhausen», indicando en la dirección que voy. Son las 00:19. Vuelvo a encontrarme con la primera indicación. ¡Rayos! ¿Dónde demonios está el palacete? ¡No puede ser tan difícil! ¡Me voy a tener que quedar a dormir en el coche! Y, tras unos segundos más de desesperación absoluta, caigo en la vergonzosa evidencia. Y esta me dice: «apreciado atontado de la vida, ¿no te acuerdas que cuando has salido a toda prisa del aeropuerto solo has marcado al GPS que te indicara la ruta hasta el pueblo?». Y yo: «sí, ¿y?». Y la evidencia: «pues... ¿y si le añades ahora la calle y el número de la dirección que traes apuntada en la libreta...?».
En fin. Poco más tarde aparco el coche frente al edificio de The Kraken y me dirijo a la entrada. La puerta principal está abierta, por suerte. Respiro de alivio: YA HE LLEGADO. Uf. Por cierto, ¿dónde está el WC?
Lo que hice el viernes
En el distribuidor me topé con Risto, un finlandés que en ese momento se encargaba de recibir a los asistentes en el puesto de información, aquí llamado «Info Shrine». Risto me preguntó mi nombre y qué tipo de alojamiento tenía reservado. En estas jornadas hay tres tipos: la acampada que viví en la edición de 2016, cómodas habitaciones dobles o el llamado «Snoratorium». Esta última opción es la más barata para dormir bajo techo y allí me había hecho un hueco Fabian, el organizador jefe de las jornadas, cuando le había preguntado semanas antes si todavía estaba a tiempo de asistir. Me imaginaba que sería una habitación estrecha repleta de literas donde me habrían preparado un plegatín. Pero no, era una habitación enorme, creo que en realidad es una suite, donde habían añadido un montón de plegatines. Intentando no hacer ruido para no despertar a quienes ya dormían, Risto me indicó cuál era mi cama, dónde estaban los lavabos y dónde se servía el desayuno a la mañana siguiente. También me dio un sobre con información práctica sobre las jornadas. Fíjate:
- Hoja de información práctica: horario de las comidas, clave del WiFi, etc.
- Un horario donde apuntarte dónde y cuándo se juegan las partidas en las que vas a participar (incluye un mapa del edificio para saber los nombres de las salas).
- Unas pegatinas con tu nombre para que te las pegues en el pecho y se sepa quién eres.
- La dirección de internet donde puedes ver todo el programa de las jornadas.
Información práctica que reciben los asistentes. Además, las gominolas con las que me sobornaron para escribir esta crónica. El sobre incluye una miniagenda para apuntar dónde y cuándo son las partidas que vas a jugar, pero yo lo apunté en el sobre.
Risto Welling es un habitual de las jornadas The Kraken desde hace muchos años. Siempre se trae sus hachas arrojadizas y ofrece clases de lanzamiento en el jardín a quien quiera aprender. Además, ya es tradicional que el domingo por la tarde haga creps con los hornillos que se trae en el coche desde Finlandia para dar de merendar a la gente. Por si fuera poco, esa noche cuando llegué estaba de voluntario en el «Info Shrine». Después de instalarme, me informó de que en la sala de al lado estaban pasando una de las películas de la colección de Sandy Petersen. Se titulaba The Stuff, y trata de un líquido viscoso que aparece en un pueblo y al principio la gente se lo come, pero luego este empieza a tomar el control de las personas y... Bueno, que no me convenció mucho, así que preferí ir a las tablas de los horarios de las partidas para ver en cuáles quedaban plazas para apuntarme.
A continuación puedes leer las charlas y las partidas a las que me apunté:
Sábado:
El sábado había una partida a la que tenía muchas ganas de apuntarme: una de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha dirigida por Jason Durall llamada The Dreaming Ruins.
En la víspera de una boda prometedora, la futura novia desaparece misteriosamente. Su familia y la tuya te pide a ti y a tus amigos aventureros que la encontréis, y el rastro conduce a un lugar mucho más extraño de lo que nunca podrías haber imaginado.También me habría gustado jugar una de 13th Age Glorantha titulada: Skyfall. Por desgracia, y para sorpresa de nadie, los seis espacios para jugadores de ambas partidas ya estaban llenos. Es lo que tiene llegar a las tantas de la noche en vez de un poco antes de las 22:00, que es cuando se da luz verde a los asistentes para empezar a inscribirse. De todas formas, todavía quedaban opciones interesantes y el horario que me hice quedó así:
9:00 - 10:00: Charla de Sandy Petersen: su proceso creativo a la hora de crear escenarios de La llamada de Cthulhu.
10:00 - 11:00: Novedades de Chaosium: Jason Durall, editor de la línea RuneQuest y Ian Cooper, editor de la línea HeroQuest, hablan de cómo está la cosa y próximas novedades.
11:00: Sorteo de participantes en cuatro partidas con los VIPS
11:00 - 12:00: Novedades de Chaosium: Lynne Hardy, subeditora de la línea de La llamada de Cthulhu habla de las próximas novedades.
14:00 - 18:00: After Dark. Partida de La llamada de Cthulhu 7.ª edición, dirigida por Lynne Hardy.
20:00 - 22:00: Starbrow's Revolt. Partida de un prototipo de juego de mesa sobre las Guerras de los Héroes de Glorantha, ideado por Risto Welling.
Sigue el enlace siguiente para leer la entrada sobre el sábado. O sigue leyendo esta, como quieras.
Ante la gran oferta de partidas, dudé mucho sobre a cuáles apuntarme. ¿A qué partidas te habrías apuntado tú?
Domingo:
El domingo por la mañana había planificadas tres charlas. Una de Sandy Petersen en la que podías preguntarle cualquier cosa sobre los mitos de Cthulhu, y luego dos de Ian Cooper que pintaban bastante bien sobre cómo enmarcar los conflictos de HeroQuest y otra sobre cómo crear escenarios para HeroQuest Glorantha sin miedo a no ser 100% fiel a toda la información de trasfondo. Sin embargo, después de muchas dudas sacrifiqué todo eso para hacer lo siguiente:
10:00: Yozarian's Gang. Partida de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha, dirigida por un servidor (!). La misma que había dirigido Emod en El día de las runas. Y, por si acaso al final no se apuntaba nadie, me apunté a una partida que empezaba una hora más tarde:
11:00: Whitechapel Blackletter. Partida de El rastro de Cthulhu, dirigida por el veterano Nigel Clarke, quien ya me había dirigido una partida en la edición de 2016 (leer aquí).
17:00: The Golden Snake. Partida de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha situada en Esrolia y con muchas intrigas. Me apunté a esta, pero también a la siguiente que puedes ver abajo. Ya veríamos al final con cuál me quedaba dependiendo de si la partida de las 11:00 se alargaba mucho o no.
18:00: Gated! Partida de RuneQuest: Roleplaying in Glorantha, que empieza con los personajes
como mercenarios contratados para proteger una caravana de mercaderes.
22:00: Partida improvisada de Evil High Priest, el nuevo juego de tablero de Sandy Petersen.
Sigue el enlace siguiente para leer la crónica de las partidas del domingo.
Antes del inicio de las inscripciones, los directores de juego colocan sus partidas en la coordenada del panel horario donde se cruzan el lugar y hora en el que prefieran dirigirlas. Luego, los jugadores se inscriben apuntando su nombre en los espacios.
En fin, todavía estaba analizando a qué partidas apuntarme cuando apareció Fabian Küchler, motor principal de la organización de las jornadas, para saludarme. Creo que justo había terminado la sesión de cine, porque el salón principal se llenó de conversaciones de otras personas. Estuvimos charlando un rato y entre otras cosas estuvimos hablando de Greg Stafford, a quien él conocía muy bien, y me contó que tenía pensado hacer un pequeño homenaje al chamán durante las jornadas. Luego conocí a Chris Lemens, de Texas. Este señor forma parte del grupo de amigos de Sandy Petersen que suele testear sus juegos de tablero durante años antes de que salgan a la venta. En la recepción Sandy había dejado expuestas varias de las enormes miniaturas de The Gods War, el juego de tablero que por fin llegará a los mecenas este año o el que viene. Chris nos contó que durante las pruebas del juego siempre le había tocado jugar con la facción del Cielo, pero que el juego había evolucionado mucho desde sus orígenes, cuando solo tenía tres facciones entre las que escoger (!). Según nos dijo, entonces era mucho más difícil para Yelm ser rescatado del Inframundo.
En The Kraken pude ser uno de los primeros en ver de cerca las miniaturas de The Gods War. Foto de Aliénor Perrard.
De súbito, Fabian me puso un vaso en la mano que contenía un licor llamado «The Kraken». Me fijé en que la botella tenía efectivamente un pulpo dibujado con mucho estilo. Creo que era ron, pero muy dulce. Estaba rico. Brindamos y entonces me contaron la historia de los vasos de tubo de plástico como el que sostenía en la mano. Se ve que hace años, cuando las jornadas se llamaban Tentacles Con y se celebraban en un castillo a orillas del Rin, uno de los asistentes (cuyo nombre logro recordar) prometió traer vasos para poder hacer un pequeño taller de cócteles. Pero es que el tipo se trajo nada menos que 2000 vasos (!). Y así, desde aquel año, en todas las convenciones siguientes se intentan ir gastando esos vasos para tomar algunos tragos. Y aún quedan.
Poco después me retiré para ir a dormir. Estaba hecho polvo. Aun así, estaba emocionado por estar de nuevo en The Kraken y contento por haber podido hablar un poco con la gente pese a haber llegado tan tarde. A la mañana siguiente ya empezaba lo bueno.
¿Tú a qué te habrías apuntado? No te pierdas las siguientes dos entradas sobre las jornadas de rol The Kraken 2018. Explicaré con cierto nivel de detalle cómo fueron las partidas que jugué y todo lo demás. Sigue este enlace para seguir leyendo:
¡Qué guay que hayas podido regresar a las Kraken y más aún que nos deleites con tus desventuras! Estaremos ansiosos esperando el resto de relatos, aunque a este paso más que las Kraken van a tener que llamarlas las Ducken!
ResponderEliminarSí, ¡ja, ja! :-) En realidad solo eran dos partidas en un mar de muchas otras partidas y juegos distintos. Y la partida de Emod que traía traspasada a RuneQuest Glorantha. Pero fue realmente curioso. Que yo sepa, no hubo ninguna partida de patos gloranthanos en la edición de 2016.
EliminarOstras casualidades de la vida, que de patos!! Bueno espero con ansias la segunda parte
ResponderEliminar¡Ya ves! O_O;
EliminarYa puedes leer la segunda parte en este enlace..
Que penica me ibas dando conforme leía tu llegada.
ResponderEliminarLa envidiaca me dió después, claro. ;P
PD: ¡¡¡Hachas arrojadizaaaas!!! ¡¡AAAAAH!! :D
También me habría encantado apuntarme a la clase práctica de la lanzamiento de hachas arrojadizas, claro. Habría sido algo muy vikingo. :-D
EliminarPero es que había que escoger...
Desconocía estás jornadas y los VIPS que acuden. Ya me he leído las entradas del 2018 y 2016. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminar¡Gracias a ti por leerte estos tochos y dejar un comentario, Cheky! 😄
EliminarSorry you missed “Ducks on the Red Moon”
ResponderEliminarYes, I later heard say you had a blast! :-)
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