miércoles, 25 de julio de 2018

Relatos de Glorantha: La victoria de Gbaji

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He aquí un relato situado en el mundo de fantasía de Glorantha. Es obra de Sufiazafran, colaborador del Runeblog, y trata sobre Gbaji, uno de los dioses del Caos. El Caos en Glorantha es la fuerza destructora del universo. Es el mal que todos los habitantes de Glorantha deben esforzarse por erradicar, a riesgo no solo de perder la vida, sino también el alma. Y tiene muchas formas. Tal vez uno de los dioses del Caos más terribles e insidiosos sea Gbaji, llamado «el Impostor».

Máscara ritual de Gbaji, originaria de Ralios, del periodo medio del imperio dorado. Ilustración de Jean-Paul Lhuillier.

Gbaji provocó el fin de la Edad del Alba y destruyó la civilización del continente de Genertela. Su sutil caos terminó por infectar a todos los cultos y todas las gentes, desde Peloria a Seshnela. En el cenit del maléfico imperio de Gbaji, los vampiros deambulaban libremente a la vista de todo el mundo, los señores de la enfermedad de Malia eran tenidos en tan alta estima como los sanadores y la población de ciudades enteras desarrollaba rasgos y deformaciones caóticas.

Por fortuna, Arkat el Liberador destruyó a Gbaji y destruyó su imperio. Y aún hoy, la tierra natal de Gbaji, llamada Dorastor, sigue infestada de viles monstruosidades. No han quedado imágenes del dios en vida. En los manuscritos occidentales se le muestra como una figura demoníaca, una parodia maligna de la forma humana. Por su parte, los manuscritos pelorianos describen a un ser radiante muy parecido a un humano, casi siempre flotando sobre el suelo y emitiendo una luz interior. La belleza de su rostro se ve interrumpida en la forma retorcida de sus labios, que muestran los dientes de forma amenazante.

Aviso: El Caos es aborrecible y el autor del relato lo muestra así sin ningún tapujo, conjurando imágenes explícitas que pueden herir la sensibilidad de los lectores. Por eso, si eres menor de 16 años o prefieres no leer sobre temas tan aborrecibles como las violaciones, no sigas leyendo. Sin más, os dejo con el crudo relato que ha escrito Sufiazafran, inspirado en la maligna deidad:



La victoria de Gbaji


«Con la historia de Gbaji aprendemos que los demás son débiles y estúpidos, porque cuando pasa el peligro se relajan y se olvidan de sus enemigos. Entonces estos pueden volver con un disfraz y engañarlos de nuevo. A veces los imbéciles olvidan un disfraz y puedes usarlo de nuevo, y es muy gracioso porque los engañas con el mismo truco otra vez».

El maestro dice esto mientras los otros hermanos violan a una mujer. El maestro se acerca riendo complacido, metiéndole el pene en la boca a la incubadora, y continúa hablando:

«Con la historia de Gbaji aprendemos que las mentiras más grandes son las que nos decimos a nosotros mismos, y que podemos utilizarlas para engañar a los demás, que son débiles y estúpidos».

El maestro berrea complacido cuando se corre, llenando de leche masculina la boca de la mujer, que traga las descargas desesperada por conseguir aire. Cuando termina, el maestro continúa hablando:

«Con la historia de Gbaji aprendemos que es más fácil engañar a alguien que convencerlo de que lo han engañado, y que debemos usar las mentiras de nuestros antepasados a nuestro favor. Los demás se las creen porque es lo que quieren creer, y porque son débiles y estúpidos».

El maestro mira al hombre que hay atado en un rincón de la caverna, al que dos hermanos sostienen para asegurarse de que lo ve todo. El maestro se ríe otra vez:

«Con la historia de Gbaji aprendemos que todo es mentira y nada está prohibido. Hay que dejarlo todo atrás y ser uno con la mentira, para cegar a todos los demás, que nos seguirán porque creen lo que quieren creer y no se les puede convencer de lo contrario, y porque son débiles y estúpidos».

El maestro desenvaina su arma, una espada dura y afilada, y la apoya contra el cuello de la mujer, que ya tiene otro rabo en la boca. El maestro mira al hombre y le habla, aunque sabe que no puede entenderle:

«Con la historia de Gbaji aprendemos que si tengo que matar a un hombre, miento a su hermano para que lo haga, así matas a dos hombres sin esforzarte, y si tienes suerte al resto de su familia. Es muy gracioso cuando violas a la esposa del asesino a la vez que le cuentas por qué ha matado a su hermano, y que él no tiene la culpa, porque lo han engañado, por ser débil y estúpido».

El maestro le corta el cuello a la mujer, que comienza a ahogarse con sangre y leche masculina. Los otros hermanos siguen a su tarea como si nada. El maestro se arrodilla y la mujer muere mirándole a los ojos, él se ríe y se vuelve hacia el hombre, que llora y llora, y luego se derrumba.

Ilustración del gran Guillaume Sorel para Oriflam.

«La historia de Gbaji nos enseña que victoria y derrota son solo disfraces que pueden intercambiarse en el momento adecuado. Los demás creerán que han ganado o creerán que han perdido, porque quieren creer que todo ha terminado y es imposible convencerles de lo contrario cuando te han visto derrotado o victorioso, porque son débiles y estúpidos».

Los gritos de mujeres y hombres y el sonido de armas comienzan a llegar desde la entrada de la caverna. Oímos a los demás correr furiosos hacia nosotros: alguien ha debilitado la mentira. El maestro se vuelve hacia una salida angosta que lleva a un túnel secreto que solo él y yo conocemos. Los otros hermanos se preparan para luchar por sus vidas.

«La historia de Gbaji nos enseña que solo importa la mentira, que nos une en los secretos que la mantienen viva. Si alguien la debilita con verdades, tienes derecho a hacer con él lo que desees, porque se ha vuelto débil y estúpido, como los demás».

Sigo al maestro, que corre levantando su ropa para no tropezar. Le aúpo con mis manos para que pueda alcanzar el saliente que lleva al túnel secreto. Cuando está arriba, espero a que alargue el brazo para ayudarme, pero me lanza un cuchillo y me hiere en la pierna:

«La historia de Gbaji nos enseña que un maestro no es ajeno a la mentira y nunca cuenta toda la verdad. Si sigues a un maestro eres débil y estúpido, y tengo derecho a hacer contigo lo que desee, como con los demás».

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