Fragmento de la ilustración «Arkat el Destructor», por Jakub Rebelka para el libro Glorantha Sourcebook de Chaosium
Escrito en el año 1622 T.S. por Gadarat de Pizdaros, seguidor del Dios Invisible.
La historia que reproduzco en estas páginas me la relató un krjalki en la frontera de Halikiv, en el este de Ralios, durante una de mis numerosas búsquedas para comprender cómo destruir al Caos. La entrevista se produjo durante el día, según el krjalki, porque debía hacer algo que no podía hacerse de noche. Este, aunque molesto por mi presencia, aceptó unos regalos que le ofrecí como muestra de buena voluntad. No obstante, sospecho que mi ascendencia agimori resultó de su agrado, pues mencionó varias veces el color de mi piel. Contestó con evasivas a mis preguntas fastidiosas, pues todas giraban en torno a Arkat y su Libro de los secretos, del que se dice es en realidad el Libro rojo de Zzabur. Debo admitir que quizá no formulé mis preguntas de la forma más adecuada, teniendo en cuenta que me dirigía a un krjalki y me referí varias veces a Reytroll como el Eclipse y el Impostor.
Sea como fuere, el krjalki pareció especialmente interesado cuando le dije sin tapujos que mi objetivo era estudiar cuantas formas existieran de destruir al caos y enseñarlas a mis hermanos. Se volvió hacia mí, mirándome a los ojos por primera vez, y me preguntó con seriedad: «¿De verdad quieres oír una historia sobre Reytroll el libertador?». Yo contesté afirmativamente con convicción, a lo que él asintió y continuó: «Te contaré una historia sobre Arkat y la muerte de Nysalor, pero debes permanecer en silencio todo el rato, y luego me dejarás en paz». Acepté el trato del krjalki sospechando ya que marcharía de allí con más preguntas que respuestas. Después ambos nos acomodamos y comenzó su historia. A continuación reproduzco las palabras del krjalki con total fidelidad:
«Te cuento esta historia como me la han contado a mí las hembras del clan, como la escribe Reytroll en El libro de los secretos, tal y como ocurrió, Arkat katar araka tarat akara ratak Arkat (Arkat así lo dijo y díjolo así Arkat).
Cuando la batalla terminó, pudimos verlo porque la furia del cielo se aplacó y la luz del demonio se apagó. Nuestros ojos pudieron descansar, pero la oscuridad protectora de Reytroll también había desaparecido, por lo que no era como estar en el hogar. Cuando nuestros enemigos yacían muertos y pudimos de nuevo mirar alrededor y reconocer a nuestros amigos, vimos a Reytroll volver a nosotros, cargaba un cadáver en sus brazos. Caminaba despacio, dejando a su paso un sendero de sangre que alimentaba la tierra y secaba la vida. Todos reconocimos a Reytroll, pero veíamos dos cuerpos sangrando por la misma herida.
Reytroll se detuvo a unos pasos de nosotros, que contemplábamos asombrados su nueva forma, ni troll ni humano, sino todo lo contrario. Sus ojos lloraban sangre y una herida terrible en su pecho dejaba ver con claridad su corazón, que ahora era negro como un carbón quemado. Rodeando a este, una corona de resplandor dorado nos dañaba de nuevo los ojos, recordándonos el brillo del demonio, y atravesaba su corazón con mil agujas. Su mirada estaba perdida, su espíritu aún atrapado en el momento terrible. Así hablaron sus labios mientras Reytroll permanecía en otro lugar:
"No soy merecedor de solaz para el alma ni de gozo para el corazón. He pecado al confundirlos con el ansia de venganza. He pecado al negárselos a otros, al perderlos en mi laberinto, desviándolos del camino. He pecado al matar sin mesura, hasta ser matado por mi propia mano".
Reytroll miró el cuerpo deforme del demonio, que se derramaba entre sus dedos como el fango, y volvieron a hablar sus labios, traidores a su voluntad:
"Miradme, creado para alcanzar la unidad eterna y dividido por toda la eternidad. Inocente, pero mancillado antes de nacer, engendrado en el vientre de la discordia. Mi cometido, luminoso y claro, ensombrecido por la ambición de unos cuantos.
Ambos santos en nuestra intención y corruptos en nuestros métodos. Ambos cegando a otros, bien con sombras, bien con luz. Ambos condenados a engañarnos, viendo a Gbaji en el reflejo. Yo era oscuridad y él era el faro que guiaba mi intención. Yo me convertí en atacante, él se tornó agraviado.
Cuando asesté el golpe final, vi mi espada atravesando mi pecho, y vi mi pecho atravesado por mi espada. Lo que Arkat le hizo a Nysalor fue lo que Nysalor le hizo a Arkat y ambos sangramos por la misma herida, que ahora nos separa. Perdimos la posibilidad de hablar y completarnos. Perdóname, Osentalka, el que murió sin llegar a ser nacido; perdóname, Nysalor, el que murió sin completar su cometido; perdóname, Arkat, el que vive, muerto y vacío. Gbaji me ha derrotado con mi propio triunfo".
Reytroll cayó de rodillas, vencido por la victoria. Las magias desplegadas en la batalla se desvanecían poco a poco, dejando solo a un ser patético llorando en su propio funeral. La luz dolorosa que emitía su corazón se apagó y en su pecho quedó grabada la muerte en forma de cicatriz. De esta manaba sangre como de un manantial calmo. Allá donde los restos del demonio se teñían de rojo, su carne parecía iluminarse como ascuas avivadas, pero solo era una ilusión. Nysalor había partido, dejando atrás la burla retorcida de Gbaji.
Después de aquello, Arkat el Libertador nos pidió con humildad que tomáramos cada uno un pedazo del demonio y lo lleváramos lejos. Luego nos pidió, postrándose humillado, que cubriéramos el suelo con sal, pero no nos explicó el motivo de estas tareas. Nos observó mientras velaba la ruina de los sueños, de lo que podría haber sido y no fue, y cumplimos sus cometidos acongojados por sus llantos.
Cuando todo terminó, Arkat el Libertador expresó su deseo de volver al hogar y todos nos miramos, confundidos. Entonces dio media vuelta y echó a andar sin mirar atrás. Los que así lo desearon le siguieron, los demás buscaron el hogar en otro lugar.
Te he contado esta historia como la contaron las hembras del clan, como la escribió Reytroll en El libro de los secretos, tal y como tenía que ocurrir, Arkat katar araka tarat akara ratak Arkat».
Con esta oración el krjalki dio por acabada la historia, se levantó y continuó con sus tareas como si ya me hubiera marchado. Yo, por mi parte, comí allí mientras barruntaba las palabras de la criatura, que por alguna razón resonaban en mi cabeza con voz femenina, antigua y oscura. Después recogí mis cosas y me marché.
¿Te ha gustado el relato? Si quieres leer otro sobre Gbaji, sigue este enlace. Ojo, es muy oscuro...
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