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viernes, 30 de agosto de 2019

Las vidas de Sedenya - II

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Aquí continúa la historia de la Diosa Roja en formato de relato por Greg Stafford. Si no sabes de qué va esto, mejor lee la Parte I. En esta segunda parte, el creador del documento sigue haciendo proselitismo de la Diosa Roja. En la primera mitad, nos cuenta el significado y la misión del camino de la diosa lunar. En la segunda mitad, descubrimos los primeros pasos de la diosa lunar en el mundo después de ser reencarnada tras el ritual de las Siete Madres.


El sendero de la inmortalidad


Las personas ignorantes que no viven bajo su luz hacen mofa y escarnio del hecho de que nosotros, todos los mortales, recorremos el camino de una diosa. Presuntuosos, nos llaman, y también necios y engañados. Creen que existe alguna diferencia entre Ella, nuestra Guía Inmortal, y nosotros, ¡ignorantes!

Sedenya nació siendo inmortal y comenzó su vida en el reino etérico, alimentándose de la ambrosía de los dioses. Y, aun así, se hizo mortal, un ser limitado y finito que había perdido todo recuerdo de su anterior existencia divina. Así, trabajó y jugó, sufrió y disfrutó, amó y odió, igual que todos los seres humanos. Y a pesar de todo, encontró el camino para recuperar su condición divina. Sedenya, el Gran Ser, hizo todo esto porque quería mostrar a los seres humanos cómo colaborar en la recuperación de la Era de los Dioses.

Su viaje es como el de cualquiera. Todo el mundo sabe que en la Edad Verde todos éramos iguales, seres llenos de alegría, sin preocupaciones ni pesares, con el universo al alcance de la mano. Todos éramos seres sobrenaturales que olíamos a flores y no proyectábamos sombra alguna. Y sin embargo, unas veces de uno en uno y otras en masa, todos fuimos cayendo en las trampas del deseo, la mortalidad y los confines de la conciencia limitada. La unidad se rompió en mil pedazos, el amor se enfrentó al odio y fracasó, y la paz dio paso a la guerra.

El mundo siempre ha sido un lugar peor desde que los Seres del Otro Mundo lo destruyeron durante la Guerra de los Dioses. Los humanos han sido las principales víctimas y son ahora el principal método de restauración. No fueron los humanos quienes destruyeron el mundo, pues en aquellos días carecían por completo del poder necesario. Sin embargo, los humanos son ahora las reservas de libre albedrío y, como tales, tienen la clave para reconstruirlo. Los infinitos ciclos del ser requieren que el mundo recupere su antigua gloria, y la misión de La Que Cambia de un Ciclo a Otro es mostrarnos el camino para conseguirlo. De ahí su vida de sufrimiento y amor como ser humano, para ser el ejemplo a seguir para todos. Su ascenso a los cielos nos muestra el camino de nuestra propia ascensión, y su promesa es que todo el cosmos seguirá sus pasos.

Su sangre corre por las venas de millones de personas; tal vez por las de todo el mundo, según afirman sus maestros. Los mortales somos una mezcla, pues portamos porciones de todo lo que ha existido con anterioridad. Y en esa mezcolanza todos hemos estado llevando a cabo su lucha, haciendo avanzar el cosmos a pequeñísimos pasos hacia su objetivo. Es la responsabilidad de todos los seres conscientes de participar en esta transformación primordial. Es el destino de nuestro imperio.

Su viaje duró muchas vidas. Y en él se le interpusieron los poderes antiguos y asentados. La última encarnación como Teelo Estara tan solo fue el último paso, no el viaje completo. Aun así, ella nos sirvió con su vida de forma que ahora nosotros podamos servir al cosmos siguiendo sus principios.

Se tardan varias vidas en llegar a la iluminación. Por eso, ella no espera que lo logremos al primer intento. Lo que espera es que nos esforcemos para avanzar hacia ese objetivo, siguiendo sus enseñanzas y contando con su protección. También espera que fracasemos, que suframos, que amemos y que seamos amados. Debemos cometer errores en nuestras vidas pasadas para así adquirir el conocimiento de todo, del mismo modo que nuestras últimas vidas deben estar plenas de ayuda, perseverancia y éxito en la Prueba Final. A medida que nos acercamos a la iluminación recordamos las claves del éxito y estas determinan nuestra forma de actuar, los poderes que blandimos y el éxito y la felicidad de nuestras vidas.

En algún momento, determinado por cada persona, el individuo debe emprender la Vía de la Demostración. Esta solo puede intentarse como máximo una vez en cada vida. Aunque hay quien dice que solo puede intentarse una vez cada siete o diez vidas.

También se dice que existen muchos caminos posibles para alcanzar la inmortalidad y la felicidad eterna, pero entre el pueblo lunar, el éxito siempre se ha hallado siguiendo el sendero heroico de la Diosa. Ella nos lo mostró, somos su pueblo y es de necios innovar cuando se tiene tan perfecta guía. Que sean otros quienes busquen nuevas vías y terminen precipitándose, como hacen todos, en el abismo del fracaso. Cuando te toque a ti tratar de hallar tu yo inmortal, sigue el sendero heroico de la Diosa.

El Emperador en la tierra y la Diosa en los cielos, rodeada de sus Siete Madres, ilustración de Yoshihide Yano.


Teelo Estara


Hablemos ahora de los inicios de su vida como Teelo Estara.

Un ser despertó en el cuerpo de una niña. Descubrió sus auténticos yos y su yo verdadero y se hizo inmortal.

Empecemos por su desarrollo. Hasta entonces, Teelo Norri había sido una niña huérfana, sin los pechos, el vello ni las caderas de una mujer. Gente poderosa llevó a cabo la Renatividad. Y así, la niña inocente de ojos negros y cara sucia dejó de existir. Su identidad desapareció, sumergida en la marea de vidas y recuerdos que asaltaron todo lo que había sido hasta ese momento. Sus primeras palabras fueron: «Todos somos todos nosotros». Teelo Norri se esfumó y se sabe que Teelo Estara, al percibir cómo la niña se deslizaba bajo las aguas de la existencia, sintió remordimientos al principio, pero estos desaparecieron rápidamente al verse ante cien nuevos yos y la inmensidad de la vida diaria que tenía por delante.

De ahí su nuevo nombre, Teelo Estara. Y también su nuevo cuerpo, pues aquella niña se desarrolló con sobrenatural rapidez, sin las ansiedades ni incomodidades de un ser humano. Contó con el apoyo de sus recuerdos al sangrar por primera vez, o cuando le dolieron los pechos al crecer rápidamente, o cuando se le alteró la sangre ante las miradas que le lanzaban los hombres, o las que ella misma les dirigía. No tuvo el problema de la inocencia al decidir si tomar a su primer amante. Al contrario, el problema podría haber sido el hecho de contar con demasiada experiencia, pero recordó y, gracias a ello, escogió sabiamente.

Ay, aquellos amantes. Surentholm, Maskore, Burdendarus, Venwhiser y Eserela, todos son recordados y reverenciados hoy en día. Surentholm, que estaba tan nervioso e inseguro al principio, y más tarde recibió tan buenas lecciones que llegó a ser conocido como «el gran amante de Jalthil», aunque más tarde pereció en batalla ante las murallas de su ciudad. Maskore, ambicioso, leal y generoso, y que llegó a convertirse en el primer sátrapa de Primera Bendita. Burdendarus, tan empático y comprensivo, que fue quien se mantuvo a su lado más tiempo. Venwhiser, que había compuesto poemas y cantado por ella durante una década. Primero se resistió cuando ella lo invitó a compartir cama. Luego, tras haberle dedicado diez poemas más, accedió sin estar del todo convencido. Y después defendió aquella cama celosamente con uñas y dientes. Ella podría haberse quedado con él toda la vida, de no ser porque Mahedres Barbarroja pensó que él era su punto débil e intentó torturarlo hasta la muerte. Recordemos cómo Venwhiser cantó «Diez formas de amarte» en el potro de tortura y cómo su ausencia de sufrimiento estuvo a punto de matar a Mahedres debido a los intensos ataques de ira que aquello le provocaba. Tampoco pasaremos por alto a Eserela, aquella dulce mujer que era inflexible allí donde Teelo Estara era permisiva, cruel donde ella era amable y, sobre todo, amable cuando ella era cruel.

Teelo Estara había nacido para gobernar. Ahora sonreímos con indulgencia al oír la historia de «Las diez normas para reinar», cuando la reina Deezola sentó a la Diosa para instruirla y en cambio fue ella quien terminó siendo instruida. En adelante, aquella bondadosa reina se contentó con servir de consejera a la Diosa. Pero, además de eso, aprendió, y así Torang, la propia ciudad de Deezola, siempre estuvo bien gobernada desde entonces y hasta nuestros días. Teelo Estara coordinó las envidias de duques y señores de la guerra, equilibró las ambiciones de rivales desconfiados, recompensó a los justos y a quienes confiaban en ella, y abusó de los expoliadores. Fueron necesarias la multitud de vidas de Teelo Estara para adquirir los conocimientos y la experiencia con los que poder equilibrar a personas como Deezola, que se volvió tan incuestionablemente bondadosa, y hacer frente a la corrupción desmedida del duque Pestenus y su archisacerdote Aggavrimak, y aun así mantener la lealtad de señoras y señores tan famosos como Entholm, Aggebeskora, Feneazura, Dardanog y Aggatholm, que no eran ni tan bondadosos ni tan malvados. Además, sus dotes para la diplomacia le reportaron la amistad de los trolls azules de la meseta y, en una ocasión, incluso llegó a ganarse el compromiso de los alas de murciélago, que le dieron la victoria en la batalla de Dorid.

¿Y qué decir de su capacidad de liderazgo en la guerra? Para empezar, nadie cuestiona su sabiduría al delegar el liderazgo de sus ejércitos a Yanafal Tarnils, salvo en la segunda batalla de Memkorth, donde el gran señor de la guerra sufrió una humillación (y ningún general se atrevería a olvidar que el gran hombre admitió luego la gran sabiduría de la Diosa y por ello fue renombrado y en adelante siempre que vio bandadas de águilas fue muy precavido). Por si fuera poco, fue ella quien aconsejó las ascensiones de Aggavaskaru y Paktalus, y de nuevo ella quien designó a Manazaru para la defensa de Dorid, a Pesdarau para ser gobernador y a Opada para liderar la flota fluvial, aunque los barqueros se resistieron mucho a la idea de ser dirigidos por una mujer.

No obstante, de todas estas actividades, la más importante para ella fue estudiar. Irripi Ontor apenas se alejaba de su lado, salvo para investigar alguna historia o realizar una adivinación sobre algún hecho. Ella siempre le pedía que le aconsejara e informara de todo aquel que solicitaba audiencia con ella, pero del mismo modo también escogía momentos peculiares para preguntarle por algún elemento distintivo del paisaje que despertaba sus recuerdos, para hablar de alguna filosofía a la que hacía referencia un visitante o para que le transmitiera sus conocimientos sobre alguna genealogía, alguna celebridad o alguna de sus encarnaciones previas. No cabe duda de que el candor de aquel hombre de túnica marrón fue clave para educarla en los defectos de su pasado, así como en sus virtudes. Ella misma nombra a Irripi Ontor como la persona que le mostró cómo evitar la oscuridad de Nysalor y la desenfrenada arrogancia de Morga. Y aunque todo el mundo sabe que fue ella quien descubrió los secretos del Altar Mernitano y de la Red de Taraltara, fue Irripi Ontor quien le contó la historia de la cueva donde estaba oculto el altar, y de la imposibilidad de conocer a Taraltara con la mente. También fue él quien le reveló toda la multitud de secretos que había aprendido de Buserian, como las conjunciones de Ulurda con las estrellas Miningu, Plura y Beto, así como la existencia de los cuerpos celestes de Aggatherada el colibrí.

Y así, con todos aquellos nuevos datos y conocimientos ocultos, y la experiencia que había obtenido y recordado, estuvo finalmente preparada para abandonar el mundo ordinario.

La inocente Teelo Norri, ilustración de Hiroki



¿Te está gustando la historia? Espero que sí porque el relato continúa en la tercera parte: El otro lado... Allí la sacerdotisa te contará cómo la diosa en ciernes hizo una búsqueda heroica para despertar su condición divina y llegar a la apoteosisY si quieres saber más cosillas sobre la mitología lunar de Glorantha, te recomiendo el suplemento The Glorantha Sourcebook, que está muy bien. ;-)

Las otras partes: Parte I - Parte III - Parte IV

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